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Lola Gracia

Vivir en el filo

Feminazi

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Hay palabras ofensivas, detestables. Comparar a las mujeres que defienden los derechos de otras mujeres con los nazis delata a quien lo hace. Dice mucho de quien pretende atacar a alguien con semejante calificativo.

Las mujeres no odiamos a los hombres. Las mujeres que defienden los derechos de otras mujeres no son todas iguales ni profesan una misma ideología. Las hay de todos los colores y un único denominador común. Queremos parar la violencia de género, queremos que se le otorgue la importancia que lamentablemente tiene. Los datos estremecedores de mujeres fallecidas a manos de sus parejas en nuestro país no tienen vuelta de hoja, ni interpretación, ni ideología. Son dramáticamente demoledores.

Las evidentes desigualdades de sexos en los puestos de poder tampoco pueden ser sometidos a interpretación. Echen una mirada a las fotografías de los miembros de la Comisión europea o del IBEX 38.

Pretender que las mujeres ocupen esos puestos de poder, como corresponde a una sociedad mixta y, supuestamente, igualitaria en oportunidades para todos, no es agresivo, ni persigue el exterminio del hombre. Al contrario, muchas feministas tienen pareja, aman a sus maridos y lo que pretenden es que sus compañeros de vida se incorporen a esta lucha para impere de una vez el sentido común.

El sentido común nos dice que el amor no es violento. Ni dramático, ni terrible. Que los hombres que matan a sus mujeres y luego se suicidan no tenían ni idea de lo que es una relación saludable de pareja. Amar no es poseer al otro ni desear que haga lo que te dé la gana, ni pagar con esa persona las frustraciones de tu vida. Amar es cuidar. Cuidar bien.

En estos días inciertos y preelectorales en los que se ponen cuestión derechos batallados por las mujeres durante tantos y tantos año y en los que se pretende minimizar los efectos y los datos de la violencia machista, hemos de recobrar la cordura y rechazar esas informaciones falsas que arrinconan la lucha por los derechos de las mujeres en el área de los genocidios. Es sencillamente una barbaridad.

En estos días inciertos en los que sales a bailar con tus amigas y sin comértelo y bebértelo un tío mete su cabeza entre tus tetas, es preciso llamar la atención de los otros hombres, esos mismos de su pandilla que se sienten abochornados para que rompan el silencio y del bochorno pasen a la acción. Esos hombres que tienen hermanas, hijas, mujeres, amigas, que no deberían tolerar ni un solo chiste machista, ni esos videos ofensivos donde aparecen otras mujeres que podrían ser sus hermanas, hijas, mujeres, en fotos degradantes. No entiendo qué placer, qué gracia encuentran en vernos siempre como objetos sexuales o como marujas histérico-deprimidas. Algo que no somos.

Reconozco que no soy una feminista de libro y quizá el adjetivo me venga grande. Me gustan los piropos, me gustan los hombres y las galanterías no me ofenden. Que me abran y cierren la puerta del coche, o la puerta en general. La amabilidad y la cortesía a la antigua, lejos de molestarme, me agrada. Pero que nadie se confunda. Creo que la mayoría de las mujeres estamos juntas en luchar contra la desigualdad manifiesta, la violencia manifiesta, la agresión manifiesta que se produce a diario contra nosotras. Sin comerlo ni beberlo.

Hay que parar esto: la descalificación gratuita, el miedo a andar solas por las calles y a esos grupos de desalmados que no llegan a hombres y dejan en un lugar detestable a los de su género. Por eso los hombres tenéis que estar con nosotras. Por vuestras hermanas, hijas y parejas. Por vosotros mismos.

Temas

Relaciones, amor, vida. Lo que de verdad importa

Sobre el autor

Periodista por la Universidad Complutense de Madrid, escritora y gestora cultural. Investigadora de las relaciones humanas. Máster en sexología por la Universidad de Alcalá de Henares. Desarrollo trabajos como directora de comunicación


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