Hablemos hoy de chalecos anti balas y de chicas. Sí, de chicas. Resulta que tenemos en nuestro país un nutrido grupo de mujeres que integran profesionalmente las denominadas fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado. Pues bien, utilizan los mismos chalecos antibalas que sus compañeros masculinos. ¿Y es igual el cuerpo de un hombre que el de una mujer? Huelgan los comentarios.
Pues bien, todos estos años —desde que hay una primera mujer policía en el cuerpo o una primera mujer soldada o guardia civil— todos estos años, repito, han carecido de chaleco anti balas adaptado a su anatomía.
En 1979 España tuvo su primera Policía Local, si no me fallan los datos. El 28 de febrero de 1988 se firmó el Real Decreto de acceso a la mujer a las Fuerzas Armadas y mucho más tarde, en 1993, en tuvimos a la primera Guardia Civil.
Según fuentes oficiales, se espera que lleguen a finales de este año dos tipos de chaleco. Uno antifragmentos y otro de tipo policial aunque no han entrado aún ni en periodo de pruebas. La infantería ligera mecanizada y acorazada utilizará los primeros y la Policía Militar los segundos.
Hasta que una amiga Guardia Civil me lo hizo notar, no me percaté en lo incómodo e incluso doloroso que tiene que ser llevar un chaleco antibalas sin la adaptación adecuada a los pechos de mujer. Porque esto es así, tenemos pechos, qué se le va hacer. Tan bellos y útiles y tan apretujados y aplastados bajo los chalecos que llevan nuestras mujeres, con esa opresión nada saludable sobre su cuerpo.
Con otra amiga discutía sobre si aún existe machismo. Algo así demuestra que una visión patriarcal sobre la vida está presente día a día, en cada ámbito. A veces de forma ostensible y en otras con pequeños detalles como este. En ocasiones, esa visión unilateral de la cotidianidad tiene una repercusión tan grande, estamos tan inmersos en ella, que algunas y algunos aún no han despertado. Es preciso aún visibilizar esta cortina sutil de la visión dominante. Por suerte, las chicas de dinamita nunca se rinden.