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Lola Gracia

Vivir en el filo

La epidemia de la violencia de género

 

 

Lunes por la mañana, llevo a mi hijo al cole. Cinco titulares seguidos de violencia contra las mujeres claman en la radio. En España y fuera. ¿Es casual que las víctimas sean mujeres? No, no lo es, no es una cuestión de azar ¿Esta violencia es más repugnante que otras? No ¿Esta violencia es más estructural y endémica que otras? Sí, sin ninguna duda. Quizá algún experto antropólogo pueda encontrar explicación a este insufrible mal. Sea, como fuere, algo hemos de hacer para acabar con ella.

 

La política de la negación no soluciona nada. La estrategia de ese partido político tan amigo de las técnicas lingüísticas de Goebbels no cuela. La solución final es ser conscientes de lo que tenemos entre manos y de lo mucho, pero mucho, que queda aún por hacer.

Según la activista Begoña San José, la mayoría de las medidas de género no se han puesto en marcha: “De unas 150.000 denuncias que se ponen al año, solo 30.000 consiguen una sentencia condenatoria”.

No sólo eso, el concepto de violencia de género es la que se ejerce contra toda mujer, tenga o no pareja, pero los datos oficiales contemplan sólo a las asesinadas por su parejas o exparejas.

 

Otro asunto que clama al cielo es que los padres maltratadores tengan en algunos casos las custodias de sus hijos o un generoso régimen de visitas.

El impacto que supone para una niña o un niño presenciar y padecer episodios de maltrato durará toda su vida. Crecerá con una autoestima nula y será incapaz de enfrentarse a los desafíos de la vida. Pensará que todo lo malo que le ocurre se lo merece, incluso desarrollará terribles sentimientos de culpa. Pueden llegar a creer que esos hogares infernales son su responsabilidad. No hay terapia capaz de sanar estas situaciones salvo que la vida te desmienta una y otra vez que la violencia que has padecido en los primeros años de tu existencia nada tiene que ver con el entorno seguro que otorgan algunas familias.

Hay mujeres violadas en manada, hay niñas asesinadas por sus padres, también niños, por desgracia. Mujeres que pierden la vida en manos de esa persona que supuestamente las amaba. Hay juzgados que cuestionan e ignoran las alertas de madres, de vecinas, de familiares. Hay casos donde denuncias que te han violado y como tu accediste a irte de juerga con cuatro hombres “ya sabías lo que te podía pasar”.  Hay chicas que tienen miedo cuando vuelven solas a sus casas y también mujeres adultas hechas y derechas. Yo misma en más de una ocasión.

La violencia de género no es un invento de la izquierda ni de un puñado de feministas. Es una lacra terrible que acaba con la vida de muchas personas y marca de forma inexorable y casi irreversible a quienes la padecen o la viven de cerca.

Eliminar la palabra “violencia de género” no elimina el problema. Que un partido esgrima que lucha contra toda clase de violencia es de cajón. Dudo mucho que nadie tenga como mandato número uno de su programa dar rienda suelta a la agresividad de la sociedad. Esos argumentos de chicha y nabo no benefician a nadie. A sus creadores tampoco.

Ojalá no tuviera que escribir de esto, ojalá no tuviéramos que manifestarnos por cada mujer fallecida, ojalá que no existiese la violencia de género, pero es una realidad tozuda como los cuernos de un rinoceronte, no una conspiración ideológica de la izquierda.

Lennon imaginaba un mundo sin fronteras yo sueño con mundo sin mujeres muertas con violencia.

Temas

Relaciones, amor, vida. Lo que de verdad importa

Sobre el autor

Periodista por la Universidad Complutense de Madrid, escritora y gestora cultural. Investigadora de las relaciones humanas. Máster en sexología por la Universidad de Alcalá de Henares. Desarrollo trabajos como directora de comunicación


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