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Lola Gracia

Vivir en el filo

Mujeres sin límites

Esta semana Consuelo Mengual me preguntó por qué escribía de sexo y si el hecho de ser mujer me daba una visión distinta. Lo hizo en el contexto de una mesa redonda dentro del Seminario Internacional Mujer, Prensa y Comunicación, donde también estaban Concha Alcántara y Encarna Talavera. Gracias, Consuelo, porque me diste la idea para el artículo de esta semana.

El sexo, el buen sexo, empodera a la mujer, afirmé con rotundidad. Según Jodorowsky, el centro creativo y el centro de nuestra vida sexual reside en el mismo lugar: en el chakra raíz que se encuentra precisamente entre las piernas tanto de hombres como mujeres. Tradicionalmente, el hombre sí que peleaba y luchaba por su placer. Era algo que ni se planteaba. La mujer estaba condenada a otro acto más domesticado y doméstico. A dejarse poseer por el macho y, por supuesto, a procrear. No se concebía que la mujer practicase sexo sin este fin reproductor. Al menos esa era la teoría dominante. Quiero creer que algunas de nuestras abuelas disfrutasen de su cuerpo, a pesar de todos estos impedimentos mentales.

Una sexualidad libre y sin complejos cuida nuestra autoestima (también la de los hombres, por supuesto, que a todos nos gusta sentirnos deseados) y pone chispitas en los ojos. El sexo placentero nos distingue de los animales. El hombre piensa más tiempo en lo único porque el tamaño de su amígdala es mayor que el nuestro, sin embargo, los orgasmos de las mujeres duran más; seis segundos de media en el hombre, 12 segundos de media en las mujeres. Luego, algunas afortunadas pueden disfrutar de unos fuegos artificiales de medio minuto de forma ininterrumpida, ejem.

Creo que una mujer consciente de su sexualidad y su placer puede conquistar el mundo. Una vez eliminamos las barreras mentales de los prejuicios y los miedos, la mujer vivirá sin límites que la coarten salvo, de momento, el consabido techo de cristal.

Que no se me malinterprete. No digo yo aquí que el sexo sea la solución a todos nuestros males y tampoco que nos obsesionemos y nos pongamos ahora a cronometrar orgasmos como locas y locos. Tan negativo me parece la ausencia de placer como la búsqueda obsesiva del mismo, que ahora todo lo convertimos en una competición. Los paseos con sus cuenta-calorías y los encuentros sexuales con cuenta orgasmos, nos impiden recrearnos adecuadamente en el paisaje. Más dejarse llevar, menos estar pendiente de los resultados.

Y, por supuesto, nosotras carecemos de un botón ON que nos encienda de cero a cien en dos segundos. Ni falta que nos hace. El fin de la opresión no significa responder siempre con igual celeridad a las demandas de nuestro partenaire sino ser libres de vivir la sexualidad a nuestra manera, que suele ser algo más pausada y meditada que las increíbles casualidades y fogosidades servidas en bandeja por el cine y la ficción. Momentos que cualquiera puede recrear, por supuesto, que nada tengo que envidiar a las actrices de Hollywood, pero, digamos, que pasar del cero a cien, lleva un poquito más de tiempo de lo que dura una escena. A mi, y a todas.

Entiendo que algunos hombres se sientan desbordados desde la explosión de Me Too y la reivindicación de la mujer: su papel en el mundo, sus derechos, sus libertades, pero, queden tranquilos, que la libertad y la reafirmación conllevan manjares y ambrosías; las ponzoñas envenenadas proceden de la represión y el miedo.

El auténtico empoderamiento de la mujer no excluye al hombre, al contrario, lo integra. Hombres, os queremos en nuestras sábanas, pero también en nuestras vidas y luchas. Y así disfrutaremos juntos la victoria.

 

Temas

Relaciones, amor, vida. Lo que de verdad importa

Sobre el autor

Periodista por la Universidad Complutense de Madrid, escritora y gestora cultural. Investigadora de las relaciones humanas. Máster en sexología por la Universidad de Alcalá de Henares. Desarrollo trabajos como directora de comunicación


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