Últimamente veo caras de mucha preocupación en gente buena. En hombres buenos que solían sonreír o sentir suficiencia de sí mismos por la tarea que desarrollaban y hoy se sienten impotentes. Alesso Rastani –ese tipo, que según algunos es un fake, un actor que se ha camelado a la BBC– sueña con la recesión y estos hombres y mujeres buenos sueñan con poder llegar a final de mes, con recuperar lo que las crisis les ha robado, les está robando; Terminar de pagar las carreras de sus hijos, deshacerse de esa púa absurda, de una compra absurda cuando el boom de la construcción; tener una vejez decente, o simplemente, un trabajo remunerado con el que poder seguir atendiendo las demandas del día a día. Ese gesto me abruma. Esa cara de no saber hacia donde, de intentar encarar el momento de la mejor manera posible. Ese “quiero y no puedo y me avergüenzo de esto que he de contarte”. Ese gesto, lo confieso, me conmueve, me desarma.. Las palabras son inútiles y mi gestos también. Señoras, señores, sólo podemos apretarnos los machos y tirar hacia delante como sea. Pensar en el día a día porque el futuro no existe. Quizá por fin aprendamos la lección de Lenonn, de los yoguis, pero la aprenderemos porque no nos quede más remedio que dejar de lamentarnos y buscar soluciones, apoyos. Apoyar al que se siente frágil y débil…porque mañana puedes ser tú, porque quizá, ahora, en este momento, eres tú…y la palabra, ese arma que para mi siempre ha resultado poderosa, sublime. La palabra de la oración y del hechizo, de la canción y la maldición, sea inútil en estos momentos. Y el gesto, también.
Just, do it, reza el eslogan de una marca famosa de deportes. Pues eso. Pensar es bueno hasta cierto punto, perdernos en los laberintos de lo abstracto, de los discursos, consumen muchas horas de radio y de tele, muchas páginas de la prensa diaria. Cuánta promesa, cuanto análisis. Se acabó el tiempo de las frases y de las palabras. Llegó el momento de la acción y de buscar la complicidad en quien la podamos encontrar para sentirnos vivos y sin miedo, pese a estar en el remolino de la tormenta.
Decía esta tarde un experto económico de ESADE, Gerard Costa (en ese magnífico programa que se llama Julia en la Onda y que nos obliga a pensar un poquito cada día) que hemos de acostumbrarnos a una nueva normalidad. Que esto es la nueva normalidad: la incertidumbre, ir justitos de dinero, gastar con mucho ojo. A los soñadores esto no nos gusta. A los que somos de letras nos cuesta sobremanera pensar en centimitos y creo que no es exagerado afirmar que estamos ante un cambio de nuestras costumbres. Antes había guerras, hoy tenemos crisis esconómicas.