Les propongo un experimento: imaginen a cualquier actor, político, pensador y escritor que admiren ¿Ya? Ahora, pónganle una faja. No lo resisten ¿verdad? Calzar faja es tarea ardua; Algunas mujeres incluso lucen sexys con ella pero ¿los hombres? Ninguno pasa la prueba del algodón. Es pensar en Clive Owen embutido y me quedo más fría que un polito de limón.
La faja ha sido una tortura inflingida durante siglos a las mujeres. Sus inmediatos antecesores fueron los corsés, a los que Wagner, por cierto, era muy aficionado –quien sabe qué Valquiria se escondía tras su fachada adusta— piezas de tela surcadas por hierros primero y, paradójicamente, ballenas después; varillas más flexibes, fabricadas con el hueso del cetáceo que contenían aquellas carnes pretéritas de frufrús y polisones.
El objetivo del corsé era conseguir una cinturita de avispa, lo más en el siglo XVIII. Pero, no se equivoquen, esta pieza, o su antepasado remoto, la inventaron los cretenses en el siglo 1.700 A.C. Cierto, al presionar cintura y costillas se levantan las tetas. Y eso perseguían las griegas: buscar guerra con los pechos enhiestos. Conclusión: Grecia no sólo fue la cuna de la democracia sino, también, del Wonderbra.
No me malinterpreten, a servidora le encanta la lencería: sostenes y braguitas; tipo bikini o culotte: con escote para lucir cachete o más pronunciado, de la modalidad: he aquí EL CULO (Me pregunto qué haría Wagner si leyese esto ¿Se pondría berraco o se pondría valquiria?) pero detesto las fajas.
Esta prenda ha regresado de la mano de la americana Sara Blakely. Una niña del 70 que, como no sabía qué hacer con su vida, reinventó este instrumento propio de madrastras castradoras.
Nada de fruslerías, las fajas de hoy son feas y funcionales, tipo “tubular”; de cuerpo entero y perneras. Un horror. Las estrellas de Hollywood son las primeras en lucirlas. Y no les hablo de Kathy Bates, no, les hablo de Eva Longoria, Jennifer López o nuestra “Pe”. Ellas no esconden lorza porque no tienen. Ellas buscan la línea perfecta; que no haya un bultito sospechoso bajo esos trajes caros de alfombra roja. Y yo me pregunto ¿Acaso hay algo más atávico, hermoso y sensual que esa curvatura que tenemos las mujeres por encima del pubis? Sara, la crea-fajas, odia las redondeces –I suppose— y tomó una frase de su abuela –cómo no – para montar su empresa opresora: “bien cubierta parecerás lo que te propongas” ¡Qué estupidez! Prefiero lo que me decía un novio, también por el 1.700 A.C.: “estás guapa incluso vestida”.
Sara estudió comunicación porque no la admitieron en la Escuela de Derecho, y hoy es la número 1.153 de la lista de millonarios del mundo. O sea, que tenemos faja para rato pero ¡Qué quieren que les diga!, prefiero hacer abdominales hipopresivos que regresar a esa prenda malsana y, sobre todo, antigua, muy, muy antigua.
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