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Lola Gracia

Vivir en el filo

Kirchner es nuestro Dorian Gray


Señores, hasta aquí hemos llegado. España vive un momento oscuro: una pseudopolítica maquillada como Cleopatra, de trajes horribles, de pelo encumbrado con litros de laca, nos ha dado la coz definitiva. Kirchner y sus abalorios, en un gesto chavista de madrastra absurda, echa a los empleados de YPF y se queda con el 51% de las acciones porque sí, porque le sale a ella de la seta. Porque necesitaba un golpe de efecto para saciar a su pueblo y esconder su ineptitud. Machaquemos a los españoles imperialistas. Pero España dejó de ser ese lugar donde no se ponía el sol hace siglos.

Soy incapaz de analizar si YPF lo hizo bien o mal, no soy economista. Esto, en la patria mía, y sus desmoronados muros, se llama “robar”, así de simple. Y ella, esa mujer malencarada cuyo cuerpo necesita de alguna alegría –se le nota en el rictus, en la mala folla, en sus modos agresivamente masculinos— ella es la viva estampa de nuestro retrato. Si fuera hombre ni me lo quiero imaginar, el increíble Hulk quedaría en mantillas.

Al igual que el personaje de Oscar Wilde, España inició una senda peligrosa por el camino del pecado. Y el pecado, decía tío Oscar, es algo que se nota en la cara del hombre.
Al igual que en la pintura de Dorian, la podredumbre de un sistema social anquilosado —basado en el enchufismo, en las castas, donde todo se hereda y donde meterse a político fue durante décadas un modo fácil de enriquecerse rápido— apenas era perceptible. Después hubo que esconder en el sucio desván de las mentiras y los paños calientes la corrupción y el aliento pútrido de personas sin escrúpulos. Todo era posible: recalificaciones milagrosas, comisiones de panes y peces. Gente de la peor calaña jugó con nuestro futuro y nuestro dinero, el dinero de los contribuyentes; gente que, sorprendentemente, siguió incluso ocupando sus tronas como niños malcriados.
Señores: Kirchner es lo que nos merecemos. Los poderosos por su codicia, por la omisión de sus obligaciones, por mirar para otro lado y no meter mano cuando correspondía; a todos los demás, al vulgo —y me incluyo— por tolerar tanta bajeza.
Wilde decía que el castigo purifica. A este paso, vamos camino de la santidad. Quizá yo sea una víctima, como usted, y pertenezcamos a una generación perdida por culpa de esta guerra de brokers y administraciones ingobernadas e ingobernables. Les diré que estoy harta de ser buena; que echen a los trabajadores españoles de la sede de YPF me parece un despropósito y que si España se queda de brazos cruzados ante este guantazo de Cristina —la viuda, la abusadora del eye-liner— la prima de riesgo subirá tanto que necesitaremos un cohete espacial para bajarla a tierra. España sodomizada por la argentinita, una valquiria de inmesos pechos y un enanito francés. Parece de chiste, qué tristeza. De los elefantes, ni hablemos: menuda tela de araña.

Temas

Relaciones, amor, vida. Lo que de verdad importa

Sobre el autor

Periodista por la Universidad Complutense de Madrid, escritora y gestora cultural. Investigadora de las relaciones humanas. Máster en sexología por la Universidad de Alcalá de Henares. Desarrollo trabajos como directora de comunicación


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