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Lola Gracia

Vivir en el filo

Cuarentaytantos: la generación del esfuerzo

 

 

Las niñas teníamos Nancys. Los niños Excalestric

Las niñas teníamos Nancys. Los niños Excalestric

Circula la teoría de que si no triunfas a los 40, ni lo intentes. Eres poco menos que un marginado social. Da igual que en tu vida laboral se hayan cruzado dos crisis muy gordas. La de los 90 y los infaustos tiempos que vivimos peligrosamente. No creo en esa teoría aunque sí en la estupidez humana, que como decía Einstein, es infinita, al igual que el universo.

 

Los actuales cuarentones somos una década especial y no una generación perdida. Somos los que mantendremos con nuestros impuestos el sistema de pensiones de una sociedad envejecida. Somos los primeros que viviremos peor que nuestros padres, criados con valores que ya no se estilan: esfuerzo, lealtad, respeto a los mayores, constancia, ética; Somos sinceros, trabajadores, con una buena fe y un entusiasmo a prueba de mil traiciones. Salvo cuatro enchufados, el resto –fruto de los años del baby boom—  hemos tenido que luchar mucho para mantenernos a flote en aulas de 40 niños por clase. Tanto ver “El hombre y la tierra” que nos sentimos algo lobo estepario, algo aves rapaces.

 

Nos alejamos del conservadurismo de generaciones pretéritas y de la comodidad de los que vinieron algo después. La generación de los 80 sí que lo tiene mal porque la esperanza está llegando a un punto de agotamiento; La obsolescencia programada de la fe se acabó con nosotros. Para los tuenti sencillamente no hay futuro. La evolución será algo impredecible, inestable. ¿Y qué será de nuestros hijos? Eso sí que nos aterra. Mucho más que se termine el vaso de Nocilla.

 

Muchos cuarentones se sienten afortunados a pesar de la austeridad de sus vidas. Más que generación perdida, díría que somos la generación pardilla. Nos comieron el tarro con aquello del meritoriaje: becas y prácticas, para que ahora nos ofrezcan sueldos de adolescente, después de trabajar sin descanso durante 20 años. Pero aún así, la mayoría están satisfechos.

 

¿Qué puedo decir? Reconozco que mi vida ha sido incluso excepcional, inmolada en el veneno del periodismo y la literatura. He cumplido algunos de mis sueños –inalcanzables para la gran mayoría—  y he conocido muy de cerca a personas que ya forman parte de la historia, que me han confesado lo inconfesable. Sí, he sido feliz pero a precio de burbuja inmobiliaria (ahí también fuimos unos pringados). No digamos el alto coste que todavía pago por la maternidad, a la que me entregué tarde y casi a regañadientes porque sabía, yo sabía, lo que implicaba en mi existencia muy particular.

 

Salvo algunas horas de desaliento, somos inasequibles al mismo. Sé que con nosotros habrá justicia poética finalmente. El día a día me confirma que quien la hace la paga y que nosotros que crecimos siendo niños pobres, de ropa heredada, de recursos justitos pero con la riqueza de los valores – ese bien intangible que tanta gente ha perdido por el camino— nosotros, que siempre devolveremos bien por mal, nosotros venceremos.

Temas

Relaciones, amor, vida. Lo que de verdad importa

Sobre el autor

Periodista por la Universidad Complutense de Madrid, escritora y gestora cultural. Investigadora de las relaciones humanas. Máster en sexología por la Universidad de Alcalá de Henares. Desarrollo trabajos como directora de comunicación


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