Varguitas, peruanito, pichiruchi, niño bueno. Como echaba de menos al Mario amoroso de “La tía Julia y el escribidor”. El Premio Nobel, Mario Vargas Llosa, sobrepasa los 70 y me pregunto porqué diablos los artistas de nuestra generación no saben hablar de amor como los viejos (en el mejor sentido de la palabra).
Gracias Varguitas por esas historias de “La niña mala”; por esa pasión ardiente, por ese encoñamiento tan bello que nos describe el autor bajo el que se vislumbra una inevitable vida; Las descripciones eróticas son sublimes, nunca vulgares, siempre mágicas, como lo es el sexo del enamorado en sí. La generosidad del protagonista, incomensurable. La generosidad del auténtico amante, del eterno galanteador, del que quiere y desea con anhelo y hondura. De aquel que se levanta con más “te quieros” tras cada desengaño ¡Quién fuera niña mala, Varguitas!
Conocí a Varguitas en una rueda de prensa hace como diez años en mis tiempos de patita gorda. Sólo intercambiamos unas palabras porque la gente tan lista, tan guapa, con tanta clase me impone horrores. Le dije, como si a él le importase lo más mínimo, que me acababa de leer “La Tía Julia y el escribidor” en mis días de intercambio en la Universidad de Puerto Rico. Enseguida me cortó “¿Puerto Rico? No me digas ¿Estuviste en RioPiedras? Yo fui profesor allá. Un campus precioso”
–Sí, claro, dije yo, más feliz que una lombriz…Precioso. Y enseguida se lo llevaron Vitorino Polo y sus secuaces. Malditos.
Varguitas, dúranos muchos años…Escribe esas maravillosas novelas de amor y política, de sentimientos intensos para que las mujeres de nuestra generación soñemos con los hombres que ya no existen. Esos que son capaces de arriesgar su hacienda, su honor por la mujer que aman. Esos que recuerdan con exactitud cada milímetro de piel de la mujer que les arrebata el aliento…y acaso, un poco la vida.
Julia Otero entrevista esta noche a Vargas Llosa en el programa Entrevistas a la carta