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Isabel Franco

Yo también tengo cáncer

El pasillo del miedo

Estamos en la planta semisótano del maternal de la Arrixaca, a la izquierda las consultas de ginecología -llenas de embarazadas, valiosas portadoras de nuevas vidas que vendrán a alegrar las de aquellos que les querrán de corazón-, a la derecha rayos de infantil -donde decenas de niños demasiado jóvenes para estar enfermos esperan junto a sus madres que les realicen la prueba. Entre todos, apenas una veintena de mujeres a cuyos rostros asoma un fantasma común; la DUDA.



Llegamos puntuales, entregamos los papeles, y a los pocos minutos un anestesista de casi 2 metros de altura y más de 100 kilos de peso sale al pasillo y pronuncia mi nombre:
-Isabel Franco
-Aquí – le contesto mientras las demás miran con recelo cómo es posible que me hayan llamado tan pronto si he llegado de las últimas.
-Ven aquí – me lleva a un cuarto de paso, para tratar de obtener más información sobre la prueba (y yo descubro porque me llamó antes, soy la única punción del día) – ¿que te pasa?
– Estuve en la Unidad de Mama y me mandaron aquí a hacerme estas pruebas después de comprobar que, lo que inicialmente se me diagnosticó como un fibroadenoma, retraía la piel al elevar el brazo – le relaté, haciendo gala de una desconocida capacidad de enumeración que no he dejado de perfeccionar desde entonces.
– A ver – me pide, mientras pienso “¡Ya estamos otra vez! Una gran mano reduciendo a la nada mi pequeño pecho”. Ahí va, me abro la camisa, se lo enseño, levanto el brazo izquierdo emulando el famoso saludo de todo un pueblo europeo a un loco genocida cuyo nombre no merece ser pronunciado.
No dice nada, este será el primero de una larga serie de ‘silencios oportunos’ que, sin querer decir nada, lo terminan diciendo todo.
– Bueno – se decide después de unos instantes – vas a esperar, te llamarán primero para la mamografía y después te avisamos para la punción. Vuelvo al pasillo, 10 minutos más, observando la tensión, la ansiedad, el miedo, nerviosismo siempre justificado por la gravedad del posible diagnóstico grabado al fuego en todos y cada uno de los rostros presentes. Por fin paso al mamógrafo, primer problema, estas máquinas no están pensadas para el tamaño de mis pechos.
– Te va a molestar un poco, si te duele, avisa y paramos – me tratan con amabilidad, me gusta, pero me temo que ese sea el preámbulo de una condescendencia fruto de la lástima.
¿Y para que nos vamos a engañar? Doler, duele, pero no te quejas porque quieres que hagan pronto y bien la dichosa prueba. Sobre todo duele en el pecho izquierdo, donde apareció este indeseable bulto que amenaza con dinamitar mi vida. Acaban, me visto, me recompongo y salgo. Ahora yo también tengo el miedo grabado en la cara, son ellas las que me miran, como dándome la bienvenida a un club de involuntarios miembros (¿o son miembras? 😉
20 minutos más tarde me vuelven a llamar, el anestesista está dentro, se presenta:
– Soy Bernardo, y voy a ayudar al Dr. Xxxxx durante la punción, yo te voy a inyectar anestesia local para evitarte el dolor, si en cualquier momento sientes algo o tienes alguna molestia, avísame – y entonces entiendo por qué es tan grande, necesita espacio para abarcar la ternura que destila, y lo agradezco, de verdad, porque lo último que necesito en estos momentos es la más mínima muestra de frialdad.
Junto a él, una enfermera:
– Yo soy Almudena, voy a asistir al Dr. Xxxxx durante la punción, ya sabes que estamos aquí para que te sientas cómoda – otra vez agradecida, es un encanto de mujer a la que tengo oportunidad de conocer mejor durante los siguientes minutos, su hermano Ramón tiene suerte una vez más.
Por fin llega el Doctor:
– Hola Isabel, como sabe vamos a realizar una prueba que pretende determinar la verdadera naturaleza de la masa detectada en su pecho, vamos a utilizar para ello esta aguja (y me muestra un tubo de metal que, según parece, me van a introducir en el pecho, “¡uf! menos mal que Bernardo se va a encargar de que no sufra”, pienso-deseo yo)
El doctor se sienta a mi lado, bajan la intensidad de la luz para incrementar la visibilidad del ecógrafo que habrá de guiarles durante la prueba, y me sorprende palpando mi axila. Al cabo de unos instantes encuentra algo, ya empezamos, y resulta que es un pequeño bulto de 1 cm. en la axila, yo sé que eso no es bueno.
– Vamos a realizar dos incisiones, en vez de una como teníamos previsto inicialmente, para tratar de saber más sobre lo que te he encontrado – me informan y empiezan.
A mi ya me tiemblan las piernas, las cosas empeoran, lejos de mejorar, y eso no es lo que yo deseo con todas mis fuerzas. Parece que una gran corriente me empuja hacia un drama que ¡maldita sea! yo no quiero protagonizar. Decido relajarme, dejarles hacer, actuar con humildad y confiar en su profesionalidad, y no me va mal. Al final, tras varias punciones y alguna que otra actuación de Bernardo, una bolsa de hielo seco divorcia a mi brazo de mi pecho, anticipando un desenlace inevitable.
Me visto, me hago fuerte y salgo, a Jose también se le ha grabado el miedo en la cara, mi expresión y el silencio del doctor durante la prueba se convierten en afirmaciones que poco a poco van dando paso al miedo.
– Ahora toca disimular, no quiero que mi madre nos vea llegar a casa así – le digo a mi querido, mi amigo, mi compañero del alma, mientras confirmo lo que esta pasando; hemos comenzado a sufrir.


No quiero pensar, ni imaginarme siquiera como sería mi vida después si definitivamente se confirma el diagnóstico. Me dedico a seguir mi rutina diaria como una autómata; levantarme, desayunar, recoger la casa, despertar a la nena, darle el desayuno y vestirla para que su abuelo la lleve a la guardería, a trabajar, después a nadar, a comer-merendar, y hasta el baño, la cena, el sueño de la nena y, por fin, los pocos minutos de charla-televisión a que se han reducido los encuentros con Jose desde que, además de ser personas, somos también padres.
El 30 de enero tengo la cita en la Unidad de Mama para conocer el resultado de las pruebas. He pedido cita al día siguiente en mi médico de familia, si el resultado es positivo quiero que ella sea la primera en saberlo para seguir también sus indicaciones.

Temas

Experiencias vividas en torno al cáncer por una periodista murciana que ha sobrevivido a la experiencia

Sobre el autor

Periodismo. Social Media. Formación. Aprendiz eterna. Sobreviviente del cáncer. Una entre tantos. Ni más, ni menos.


junio 2008
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