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Isabel Franco

Yo también tengo cáncer

Un buen trato

Yo había pedido que me dieran la quimioterapia y la radioterapia a la vez, sé de casos en que lo han hecho, pero me contestaron que “eso puede acarrear unas consecuencias difíciles de asumir, tanto por parte del paciente, como de los profesionales”. Mi gozo en un pozo, una vez más me llevaba un empujón fuera de la vida cotidiana, un envite hacia el aislamiento.

A cambio, ¿no quieres caldo? ¡pues dos tazas!, un seroma me llevó a esperar dos meses y medio hasta poder recibir el primero de los tratamientos de quimioterapia. Eso si, con los cuidados de Fuensanta y sus compañeras, todo un lujo de delicadeza y atenciones difícil de agradecer únicamente con palabras.

Mi primer encuentro con mi oncóloga fue muy instructivo, me comentó todo lo que debía saber; duración de los tratamientos, el tuyo va a ser duro, posibles efectos secundarios, etc. Finalmente, todo lo resumió en un “tu encárgate de llevar esto lo mejor posible, que nosotros trataremos de salvarte la vida”. Me pareció un buen trato.

Tras la espera, por fin llegó el día del primero. Yo estaba nerviosa, la cicatriz no había cerrado todavía, pero decidieron no dilatarlo más y seguir cuidándola mientras comenzaban las inyecciones. Al primer ciclo me acompañó mi hermano. Él también estaba nervioso, pero controló bien la situación.

En oncología, las enfermeras, una vez más, un encanto ¿para que disimular? Lo cierto es que, hasta el momento, si se ha dado alguna situación desagradable -que yo ya habría olvidado- no ha sido en la Arrixaca.

Me habían abierto la vía, poniéndome un pequeño catéter en la vena, al hacerme el análisis de sangre a primera hora de la mañana. Me acomodé en uno de los sillones de los box, y por fin trajeron las bolsas, si no me equivoco 5 , ahí es nada.

Me pusieron la primera dosis de un cóctel al que yo trataba de mirar como el aliado en mi lucha por la vida a finales de abril. Pero lo cierto es que me resistía a aceptar la entrada de algo así en mi cuerpo. Me había puesto el mp3 para que la música me ayudara a asimilar el trago, escuchaba el Nessum dorma cantado por Pavarotti, y una gruesa lágrima me rodaba por la mejilla. Otra vez mi rebeldía.

Y es que no podía verlo de otra forma, me estaban inyectando algo para frenar la reproducción de mis células, que es al fin y al cabo en lo que se resume la vida. Es decir, antivida para defender la vida, duro de asimilar.

-¿Qué te pasa? – me preguntó la infermera. -Nada, que la música que he elegido es muy triste, pero voy a cambiarla ahora mismo – traté de disimular mientras ella me acariciaba el brazo, conocedora como era de la situación por la que ve atravesar a decenas de personas cada día.

No sólo estaba triste, no sólo me rebelaba una vez más ante esta situación, también tenía miedo, mucho miedo. Temía no ser capaz de superar el trance, temía sufrir, mucho, temía al dolor, le tenía miedo a todo, hasta a mí misma. Por fin, 3 horas después, todas las bolsas quedaron vacías y yo me marchaba.

Cuando llegué a casa todos me esperaban, querían ver cómo había asimilado esa primera incursión de fármacos mi organismo, el resultado les satisfizo. Estaba bien. Me fui a la cama y me dediqué a esperar. Poco a poco fui perdiendo fuerza, notaba debilidad y me molestaban los olores fuertes; comidas, colonias y otros. Los ruidos también resultaban molestos, más molesto todo cuando menos fuerza albergaba en mi cuerpo.

A los 6 días estaba floja, muy floja, tenía la sensación de que una bomba me había arrasado por dentro, fue muy fuerte. Comer resultaba duro, beber aún más, nadie podía hacer nada por mi y parecía que estaba en un pozo en el que sólo sabía caer cada vez más profundo. Me habían apagado la luz, desconectado el interruptor y no encontraba la salida. Pero llegó.

Tras 4 días muy duros, de repente, un día todo comenzó a cambiar. Entonces me dí cuenta de que de esto se sale, que se supera, que cuerpo y mente son aliados para reponerse de todo lo adverso. Mis encías, que se habían quedado blancas, comenzaron a recobrar color, mis lagrimales también, mi piel volvía a tener vida, mis ojos fulguraban llenos de ganas de ver todo cuanto me queda por ver y, lo más importante, ahí estaba tanta gente interesada por mi estado, por mi evolución, deseosos de que les transmitiera por fin que había podido con éste, y que podría con los 5 ciclos que me quedaban.

Y en ello estoy, a día de hoy llevo 4 ciclos, estoy asimilando ahora el 4º, por lo que no sé cuándo podré volver a escribir. Cada vez me encuentro más débil, me repongo con mayor dificultad, pero lo consigo. Y así pienso seguir. Hasta pronto.

Experiencias vividas en torno al cáncer por una periodista murciana que ha sobrevivido a la experiencia

Sobre el autor

Periodismo. Social Media. Formación. Aprendiz eterna. Sobreviviente del cáncer. Una entre tantos. Ni más, ni menos.


junio 2008
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