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Isabel Franco

Yo también tengo cáncer

La banda sonora de la esperanza y el menú de la felicidad

Tengo una amiga que me ha estado enviando canciones durante todos estos meses, para amenizar el trance que supone la quimioterapia. Ella, con esa selección de temas realizada “cada vez que una canción me recuerda a tí”, le ha puesto banda sonora a la travesía que he realizado por un túnel oscuro e incierto, durante casi 5 meses.

Las canciones que me ha mandado, diversas y maravillosas todas, se han convertido para mí en la banda sonora de la esperanza. Cuando, durante la madrugada, a duras penas conseguía trasladar mi cuerpo hasta el ordenador para tratar de lanzar un nuevo mensaje de supervivencia al mundo exterior, encontrar sus mensajes ha sido para mi como recibir la luz de divinas bengalas musicales en medio de una expedición realizada a oscuras.

Esta noche he podido disfrutar, aunque con mucha moderación, de un suculento menú gallego recién traído de La Coruña por mi hermano e Isabel, más de 1.000 kms acarreando larpeiras, panes gallegos, lacón, chicharrones y ribeiro, entre otros manjares seleccionados para uno de mis primeros reencuentros con mi paladar. Éste último, por cierto, sigue tímido y no acaba de volver a ser el de antes, le seguiré esperando con paciencia.

Este fin de semana pasado he comido los mejores higos de mi vida, otro amigo me los trajo para amenizar el tramo final de la quimio, y manzanas y limones, un surtido selecto de su huerta como elegido para alguno de sus hijos.

Durante estos meses he tenido ocasión de comer huevos caseros traídos por una vecina a casa “para tu hija y para tí”, nada que ver por cierto con los que nos venden en los supermercados.
He probado tocinos de cielo, tortillas de patata, panes caseros, guisos diversos y hasta gazpachos, todos ellos preparados por alguien que en algún momento ha pensado en mi, y ha decidido superar el obstáculo que supone saber que alguien está sufriendo, para tratar de hacer mi prueba más llevadera.

Me he dejado querer, y me han querido, sobre todo las personas que han vivido esta experiencia de cerca conmigo; mi marido (“Cambiaría mi vida por la tuya”) y mi hermana (“Ya verás como pronto olvidamos todo esto”), no sin probar el amargo trago de verles sufrir por mi situación, a ellos y al resto de mi familia.

También he tenido ocasión de leer, de leer incluso demasiado sobre mi situación, aunque lo que más me ha llegado al corazón han sido los cientos de mensajes que guardo en mi móvil, las decenas de correos electrónicos que me recuerdan a diario desde hace 7 meses que hay quien no me olvida, y los maravillos comentarios realizados por quienes se han atrevido a navegar por mi experiencia, a través de las páginas de este blog.

He aprendido una lección muy importante, sobre todo para alguien empeñado hasta ahora en mantener el control en todo momento, llegando incluso a convertirme en ocasiones en una cretina, y es que la vida es bella, simplemente, dejando a las personas ser como son, permitiendo que las cosas ocurran y participando con serenidad de aquello a lo que se te invita.

Hoy digiero gratitud, cariño, humildad y ternura, los sentimientos que han despertado en mi todas estas personas y otras muchas que no cito y espero que me disculpen por ello, y me descubro a mi misma como una persona nueva que ha crecido sobre las raices de la anterior, a través de una dura experiencia que otorga un máster, el de la vida, o el del cáncer ¿porque no?

Experiencias vividas en torno al cáncer por una periodista murciana que ha sobrevivido a la experiencia

Sobre el autor

Periodismo. Social Media. Formación. Aprendiz eterna. Sobreviviente del cáncer. Una entre tantos. Ni más, ni menos.


agosto 2008
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