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Isabel Franco

Yo también tengo cáncer

Eterna Flora

Iba a cumplir pocos más de 10 años, recientemente su vida y su familia se habían visto azotados por un terremoto, el de la muerte repentina de su padre, y ahora llegaba otro huracán a poner a prueba su resistencia, ella tenía leucemia.

La noticia sacudió a todos, como todo diagnóstico de cáncer, aunque con más intensidad, era una niña. Ella fue animosa y firme desde el primer momento, al menos yo la vi así, y siguió siéndolo durante los años siguientes. Siempre mostró su cara más decidida y alegre, por encima de duros tratamientos que la sacaban de clase una y otra vez y le sacudían el organismo como pocos podemos imaginarnos.

Yo no compartí clase con ella ni una sola vez. En el colegio estudiaba con su hermana Mari Carmen, de quien me alegra recordar cómo disfrutábamos preparando los trabajos que tantos sobresalientes (si, de 10) nos procuraron entonces. Con ella aprender, e incluso soñar, era muy divertido. Llegamos a redactar el ideario de un partido político que conjugara las mejores opciones de todas las tendencias que existían entonces e, incluso, nos planteamos recoger las firmas necesarias para ponerlo en marcha. Juntas, y con Flora, disfrutamos de la afición al cine y de los cientos de fichas que ésta última coleccionaba. Con 13 años veíamos películas de las que poca gente ha oido hablar.

Ya en el instituto, me dio por pasar todos los días a recogerlas por su casa, a Flora y a Mari Carmen, en Ronda Norte. Juntas llegábamos al centro, allí las hermanas acudían a su clase y yo, a la mía. Recuerdo como cada día Flora se oponía al exceso de cuidados que su madre y su abuela volcaban sobre ella, como respondía con firmeza que no le iba a pasar nada por salir sin bufanda, o sin abrigo, según el clima apuntaba. Yo trataba de ayudar, no en valde caminaba durante más de media hora antes de llegar a su casa.

Me maravillaba su personalidad, su carácter y, sobre todo, su decisión. Un día mantuve con ella una breve conversación:

-Flora ¿tu te has planteado la posibilidad de morir?
-Si claro, hoy en día no hay cura para esta enfermedad.
-Entonces, ¿porque no cambias de manera de vivir?
-¿A qué te refieres?
-Bueno, en vez de estudiar, podrías salir, viajar, conocer gente nueva, no sé. Yo, en tu situación, me echaría muchos novios, viajaría y trataría de vivir a tope.
-A mí lo que me gusta es lo que hago, las amistades que tengo y el lugar donde vivo.

Reconozco que me sentí avergonzada por plantearle esta conversación, tan superficial, al comprobar la firmeza de su carácter y lo claro que tenía lo que quería hacer. Le gustaba la física cuántica y la trigonometría, entre otras cosas, quería seguir disfrutando de ellas y yo no había sido capaz de entenderlo. Hoy todo es diferente.

Meses después salí de su vida como entré, sin dar explicaciones. Imagino que la rutina de las clases y la dificultad de seguir el ritmo de quien constantemente tiene que romperlo, fueron la causa, que no la justificación. Pero no perdí el contacto con ellas. Periódicamente llamaba a Mari Carmen para saber cómo iba todo con Flora. Y así, durante años.

-Hola Isabel.
-Hola Mari Carmen.
-Te llamo para que sepas que Flora ha muerto.
-¿Qué me dices? Si hablamos hace un par de semanas y me dijiste que había estado malica, pero que se recuperó. En fin.
-Todos sabíamos que esto iba a suceder. No sufrió.
-¿Cuándo es el entierro? ¿Donde?
-Será mañana por la tarde, en la iglesia de San Antón.
-Quiero ir.
-Hablamos en muchas ocasiones de que lo más importante de las personas queda en el recuerdo, y no en el cuerpo que se deposita en el ataúd ¿lo recuerdas?
-Claro que sí, y que mejor quedarse con la más agradable imagen de una persona en vida.
-Por eso, si no quieres venir, debes saber que con nosotros estás cumplida. Nadie te va a reprochar lo que hagas.

Fui, ocupé un lugar discreto en las filas traseras de la iglesia, casi no podía atender lo que decía el Padre Joseico, estaba conmocionada por la injusticia de la muerte, de esa muerte y quería decirle adiós a Flora. Hace 20 años de aquello, ella tenía entonces 19 y yo 17.

En aquella época no existían las recolectas, aquellas famosas campañas para recoger dinero y llevar a los niños a uno u otro hospital en distintos puntos del mundo. Los tratamientos experimentales quedaban fuera de su alcance por la elevada cuantía que tenían. No había nada que hacer para tratar de salvar su vida.

Aquella noche lloré en mi casa, sola, durante un buen rato, mientras me sentía impotente. Es cierto que Flora no formaba parte de mi vida cotidiana, pero no había dejado ni un solo día de ser un ejemplo para mí. Ahora, ya no estaba, y yo me resistía a su ausencia, al sufrimiento de su familia y a que el mundo se viera privado de alguien como ella para siempre.

Entonces miré por la ventana y allí estaba, brillaba con más fuerza que las demás, y la adopté. Aquella estrella se convirtió en el recuerdo de Flora que me ha acompañado durante todos estos años, en los momentos más duros y solitarios. Siempre, sin fallar una sola vez, hasta el 30 de enero. Esa noche miré y no estaba, pero la sentía cerca, muy cerca, estaba a mi lado y aquí sigue.

Si, lo sé, esto es propio de una loca, de una loca cursi, pero es como lo siento. Igual es que la quimio me ha dejado pirada, pero desde que me comunicaron el diagnóstico supe que quería mantener la misma actitud que ella, ocurra lo que ocurra, y también sentí que me hacía compañía. Y así sigo.

Esto no es un ataque de tristeza, trato de saldar una vieja deuda sacando de mi mente algo que lleva todo este tiempo dando vueltas. Si algún día escribo sobre motos, citaré a Ángel, o a Gabriel, y a tantos que perdieron la vida injustamente estrellando sus sesos contra el asfalto mientras conducían una moto. O a los que murieron en la carretera yendo o volviendo de alguna noche de diversión, algo que lleva pasando más de 20 años.

Flora no llegó a tiempo de los avances de la medicina actual. Se quedó en el camino, cayendo como caen las hojas de un árbol. Yo tengo a mi favor dos diferencias; en muchos casos el cáncer ha pasado a ser una enfermedad crónica que no mata necesariamente y, si he de morir por su causa, estoy avisada y me lo veo venir. No será inmediato.

Mientras, además, puedo luchar.

Experiencias vividas en torno al cáncer por una periodista murciana que ha sobrevivido a la experiencia

Sobre el autor

Periodismo. Social Media. Formación. Aprendiz eterna. Sobreviviente del cáncer. Una entre tantos. Ni más, ni menos.


septiembre 2008
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