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Isabel Franco

Yo también tengo cáncer

Tirando pa'lante

Es una expresión murciana, muy murciana diría yo. Propia de mi tierra, donde tan a gustito se vive con la buena gente que hay, ¡que mira que hay buena gente!

Hoy cumplo 20 sesiones de radioterapia, me quedan 15, enseguida habrá pasado. Todo va bien, pero si me pido demasiado, me agoto. Entonces necesito 2 días para recuperarme. Por eso aclaro, quiero decir que todo va bien, pero con las fuerzas justas.

Esto no es tan malo como cabría esperar. Lees y escuchas hablar de la radiación y piensas “Me van a restar al menos 20 años de vida”. No es que sea una nimiedad, es radiación y seguro que me pasa factura, pero no tengo efectos secundarios apenas. “Las mamas pequeñas toleran mejor la radiación” me dijo la doctora el viernes, al comprobar que conservo la movilidad, no me quejo y las quemaduras son apenas perceptibles. Pues bueno, alguna ventaja tenía que tener haber sido siempre la más escasa del grupo ¿no?

Eso sí, cuando todo pase, cuando me dejen reconstruirme -“En un año, cuando hayan pasado los efectos más perceptibles de la radioterapia” según el médico-, voy a comprobar lo que se siente con más pecho. ¡Ah! y voy a renovar el cajón de ropa interior, ya de paso…

Mi rutina ahora son las sesiones, me levanto, desayuno, levanto a mi nena y la llevo a la guardería, todo un lujo. Después me marcho hacia la Arrixaca y, generalmente, cuando voy a salir ya ha pasado casi la mañana. Y no es que espere mucho, y tampoco es que las sesiones resulten demasiado largas, pero pasa el tiempo muy rápido.

Antes decía que ando escasa de fuerzas, pero no es algo muy acusado. Puedo hacer una vida relativamente normal, siempre que no renuncie a descansos como la siesta, o no me pida demasiado, como caminar durante una hora. Así que he dividido los paseos en dos, salgo por la mañana y por la noche, con mi perro Arón (un precioso pastor alemán), 30 minutos cada vez. Si no me siento bien, me lo salto, y así. Pero tengo que caminar, hacer algo, porque me siento consumir cada vez más en esta cueva en la que me ha metido el cáncer.

Ayer fue el día mundial y disfruté de mi energía visitando muchos sitios web donde se hablaba del tema. ¡Qué bien que el mensaje vaya calando! ¡Qué bien que nos demos cuenta de que es importante prevenir! ¡Cuantos mensajes positivos de mujeres que lo han logrado superar! ¡Cuanto cariño nos manda la gente! Esta ha sido una experiencia positiva más, de tantas como estoy teniendo durante estos meses.

Este blog participa en el concurso de 20 minutos , y no por vanidad, recibí un mensaje de correo electrónico de un miembro del jurado, pidiéndome que participara, y pensé que sería una buena oportunidad para promocionarlo, para intentar ayudar a más gente, si es que mi experiencia puede servir a alguien. Pues bien, lo inscribí en la categoría de mejor blog publicado en un medio de comunicación, pensando en ser agradecida con el medio que me ha permitido desahogarme durante estos meses y ha dado soporte a mis sensaciones, y estoy la primera. Si, si, voy ganando. Por delante, incluso, de Mercedes Milá. ¿Que no es verdad? Pues compruébalo .

Así que, aunque no tiene compensación económica ni nada que se le parezca, en el caso de que gane, haremos una buena fiesta de cerveza -of course- en la plaza de Santa Isabel. Allí, tomando el sol.

Sesos batidos

Conforme pasan los días y voy notando que mi recuperación es un hecho, reflexiono más sobre mi pasado cercano. Sobre todo lo vivido durante los últimos meses. Ahora comienzo a evaluar la verdadera dimensión de lo que he experimentado y, porqué no decirlo, de lo que he sufrido.

Y digo reflexiono porque no recuerdo, ni siquiera me atrevo a leer las entradas de este blog, pienso en el pasado. Me he dado cuenta de lo profunda que es la herida de este diagnóstico, del gran dolor que han sufrido mis seres queridos, de lo orgullosa que estoy de mi marido, de todo el cariño que he recibido y que ha sido fundamental para ayudarme a seguir adelante, y de lo bien que ha funcionado para mi la sanidad pública, hasta el momento.

Aprovechando los reposos a que me obliga mi estado físico, he estado reflexionando sobre cómo definiría el impacto sicológico de esta enfermedad. Me tentaba hablar de sacudida eléctrica, de electroshock, pero se queda corto. El cáncer, como cualquier enfermedad grave, es una batidora para nuestros sesos. Nos deja exhaustos, en parte desorientados y agotados.

Este fin de semana he visto a mucha gente decir que el cáncer no mata, algo que no es del todo cierto, porque a todos los que nos han diagnosticado esta enfermedad se nos muere algo en ese mismo instante; una existencia ingenua. Enfrentarnos a la posibilidad de morir, al sufrimiento de nuestras familias y a la dureza de los tratamientos se convierte en algo parecido a un duelo. Y salir de ello y seguir adelante es como renacer.

Yo me imaginaba con 100 años, edad que sigo dispuesta a cumplir si depende de mi, y me permitía hacer planes a largo plazo ¡que tonta! Ahora, que noto como mi carácter reclama con fuerza el lugar que han ocupado la pena y la preocupación, solo me importa el mañana. A veces me dejo tentar por ilusiones o inquietudes a más largo plazo, pero no importan, no tienen peso, no perduran.

Me llama mi hija:
– Mamí, ven por favor.
Ya es de madrugada, voy corriendo por si ha tenido una pesadilla, y me acuesto a su lado, susurrando:
– Tranquila, ya estoy aquí.
Ella me contesta, dulce y serena, mientras me abraza:
– Te quiero.
(Hoy no voy a volver a escribir, me quedo aquí, en este instante…)

Experiencias vividas en torno al cáncer por una periodista murciana que ha sobrevivido a la experiencia

Sobre el autor

Periodismo. Social Media. Formación. Aprendiz eterna. Sobreviviente del cáncer. Una entre tantos. Ni más, ni menos.


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