Si, si, de un toro, y bravo, de los de Victorino o de Domecq , que pa gustos las divisas. Así es que como estoy, no como me siento, a día de hoy. Parece mentira, pero todas las sensaciones experimentadas durante un mes, lo que Paula llama la ‘resaca’, han desaparecido de repente.
El viernes fue mi último día de guayabo, como dirían en Colombia. De repente, el sábado, amanecí como solía hacerlo antes. Llena de fuerza, de optimismo y de energía, parece que tengo dentro una central nuclear.
Y es que, hasta ahora y durante los últimos 10 meses, me he sentido como el carrito de la compra; guiada siempre por los demás y ‘tocada’ del lado izquierdo. Y no por ello me lamento de que haya sido así, yo soy una buena jugadora de cartas, trato de ganar lleve la mano que lleve.
Los últimos días han sido grises, las noticias recibidas no ayudaban, pero lo que realmente dio lugar a sentirme así fue quedarme sin suelo bajo los pies. Resulta curioso, pero probablemente los demás pensaban que estaría contenta por el premio de 20minutos , cuando en realidad estaba a ralentí.
Me explico. Me he mantenido todo el tiempo guiada por los retos; superar la operación, afrontar la quimioterapia y mantenerme ante la radioterapia. Cuando, de repente, desaparecieron esas necesidades, me faltó la energía. Me quedé en el aire, suspendida, sin ganas de retroceder, pero sin ningún lugar al que agarrarme. Y así he seguido hasta que todo ha pasado.
Recuerdo que, cuando era una adolescente, creía que todo lo que sentía y vivía duraría para siempre. Mi madre entonces no paraba de repetirme que “Todo pasará, ya lo verás”. Yo creía que estaba loca ¡como iba a olvidar yo lo que sentía!
Esa situación se hizo patente, de manera especial, cuando me encapriché de un chico. Al poco tiempo de conocernos, él pasó página; “Si no te quedas en casa esperando a que yo venga a recogerte o llamarte, no podemos seguir juntos”. Entonces me costó mucho apostar por mi libertad, algo que hoy agradezco haber hecho.
Bueno, pues el caso es que entonces yo me puse muy triste. Mi madre me repetía lo de siempre y yo, como siempre, no la creía. Pasaron años, ese sentimiento no desaparecía pese a que nadie lo alimentaba. Hasta que un día, de repente, me levanté y ya no estaba en mis pensamientos. Así, no estaba. Y no volvió. Entonces comencé a recuperar la fe en mi madre. Ella tenía razón y aún hoy la sigue teniendo, todo pasa. Imagino que también entonces comencé a madurar y salir de la adolescencia. Y así sigo, saliendo de la adolescencia
El caso es que ya comienzo a creer que ha pasado lo peor. He hecho vida normal este fin de semana. Es más, he hecho vida extranormal. Incluso he pasado la aspiradora, algo que normalmente hace mi marido, solo por comprobar que es tan buena como dicen. Y lo es. Recomendada. Una Dyson .
Ya me han dado luz verde para nadar, y he decidido que voy a ocupar mi tiempo en ello. Voy a nadar todos los días. Poco a poco, pero constante. Quiero recuperar la fortaleza que me permita viajar a Madrid el día 18 a recoger mi diploma .
“He comprado besos”
Mi hija sigue creciendo, cada día más lista y más sorprendente. Lo cierto es que, cada segundo junto a ella es un premio de la vida. Si me dijeran ahora que me queda poca, me pegaría a ella como una capa gigante, abrazándola desde atrás, y no me soltaría. Pero no va a ser necesario, porque me voy a comer la vida a grandes bocados. Y todos lo veréis.
El caso es que, cuando se pone graciosa -algo que ocurre muy a menudo- los demás solemos reaccionar poniéndonos tiernos, y le pedimos un beso. Ella suele contestar “No puedo, no tengo besos, no me quedan”.
Esta noche, como no tenía sueño, me ha cogido entre sus brazos y me ha comenzado a dar besos “Mamá, vámonos de la cama, que tengo besos ¡que he comprado besos para tí!”
Así, y con vuestra compañía, no hay quien se deje vencer.
Antes de despedirme, quiero enviar un beso muy grande al cielo, o lo que sea el lugar adonde te reclaman antes cuanto más especial eres. O muchos besos. Y para quienes echamos de menos aquí a esas personas-fortuna, que enriquecen la vida de manera extraordinaria, haciendo más dura la caída a la mediocridad cuando se marchan.
Yo también he comprado besos…
(Esta es la primera entrega de ‘La banda sonora de la esperanza’ que mi amiga ha compuesto con maravillosas canciones durante todo este proceso. Se trata de música klezmer , instrumental judía. El grupo que la intrepreta se llama Kroke .)