De antemano, lamento la reacción de quienes no entiendan lo que voy a expresar. Porque en estos precisos instantes, me dispongo a teclear sobre mi ordenador una frase que puede provocar reacciones diversas.
Estoy muy orgullosa de mi. De cómo he afrontado esta enfermedad. De cómo he encajado los tratamientos. De cómo he atravesado este oscuro túnel, siempre acompañada. Y de comprobar como, con tiempo y paciencia, vuelvo a recuperar las fuerzas y salgo adelante.
Y no es que no hubiera podido hacerlo mejor, es evidente que si. Con menos angustia, también. El caso es que está hecho, y a juzgar por la relación que mantienen conmigo los médicos, bien hecho.
Y yo me propongo aferrarme a ello para seguir adelante más segura, más firme, más fuerte si cabe y más grande. Porque es verdad que se crece con estas experiencias.
Ahora necesito cerrar un par de heridas, para lo que espero contar con la ayuda de mi psico-oncóloga. Me hace falta que pase el tiempo, hasta acabar con el chute trisemanal, y despegar hacia una vida más convencional y menos convaleciente.
Para prepararme, voy a engrasar mis alas, a revisar mis plumas -que las tengo- y a limpiar la pista. Porque cuando llegue el momento voy a despegar con la fuerza de un reactor supersónico…