Estoy experimentando la más exagerada expresión de la neurosis que podría imaginar. En mi interior se está desarrollando una batalla que nada tiene que ver con mi lucha contra el cáncer -o eso creo- y mucho con la clase de persona que va a resultar de todo esto.
Y puedo asegurar que las dos, la vieja y la nueva Isa, se están tirando de los pelos sin reparos ni remilgos de ningún tipo. Vamos que las luchas de barro no tienen nada que envidiarle al reparto de codazos que, en mi interior, se están dando las dos.
Entre arañazo y arañazo, la vieja Isa trata de imponerse y mantener la titularidad de mis acciones y mi carácter, aferrándose con uñas y dientes a un lugar que intuye perdido. Tratando de evitar que la página, que ya pasa, le caiga encima. Está luchando con pasión y vehemencia, como era yo antes, y no cede terreno con facilidad a lo inevitable, sigue obstinada a la espera de verse finalmente desterrada.
Porque eso es lo que le va a ocurrir, que acabará vencida por la renovación que trae la nueva persona que ha nacido de un proceso, cuyo final parece que ya está más cerca, a 3 chutes y unas cuantas revisiones.
Lo cierto es que esto no deja de divertirme. Se da una situación y comienzo reaccionando como era yo antes para, poco después, dar un golpe de timón e imponer otra trayectoria, impulsada por los cambios que han sufrido mis escalas de valores y prioridades.
Así me doy cuenta de que ahora me gusto más, estoy más serena, más centrada y más tranquila. Esa es la actitud que la nueva Isa impone, por eso sé que va a ganar, porque ahora más que nunca me siento ganadora.
Que nadie se equivoque, soy consciente de que el cáncer me sigue pudiendo dar un golpe mortal, pero gano porque valoro cada segundo, cada instante, una sonrisa, una palabra cariñosa y, lo que es más importante, mis propios sentimientos hacia los demás y la manera en que se expresan.
Por eso, os digo a todos ahora y en voz alta que os quiero, que me siento profundamente agradecida por esta familia blogosférica que tengo y que espero que la vida me dé las oportunidades necesarias para demostrar mi gratitud.
Y mientras eso ocurre, me sumo a quienes ya piden un homenaje para una gran cantautora de mis región, Mari Trini:
Esa estrella puede ser una que, mientras se buscaba a sí misma, perdió su color y su norte, degradándose hasta dejarnos a todos y llevándose consigo un retazo de nuestras vidas enredado en sus canciones:
Por cierto ¡que horrible insistencia la de llevar calcetines blancos!