Te escribo a ti, dolor, para decirte que no me impresionas, aunque me asustas. He logrado superar todo lo que implica mi lucha contra el cáncer teniéndote cerca, pero te voy a dar una patada en el culo en cuanto te descuides.
El sufrimiento es el peor compañero de todo ser humano, y sin embargo parece que forma parte de la vida llorar sangre de vez en cuando. Escribo esto porque mi sicóloga me ha recomendado que lo hiciera “aunque no lo lea nadie”. No me conoce aún.
Necesito pasar página, dejar atrás todo el dolor de los últimos meses, y parece ser que sólo es posible mirando de frente, otra vez, lo que tanto rechazo me produce.
Si, he sufrido, he llorado, he temido y me ha dolido pese a quedarme sin apenas fuerzas para respirar. Así, como se lee. Se pueden perder las fuerzas y conservar la capacidad de sufrir, un error de funcionamiento de la máquina humana que somos. Habrá que reclamar al fabricante por no realizar las comprobaciones oportunas antes de lanzar el producto a la calle ¡je!¡je!
El caso es que empezaba a escribir esto para desterrar el recuerdo del dolor psicológico que aún me queda, especialmente después de la quimioterapia, y al final me resulta imposible mantener ese tono tan oscuro. Así que no lo voy a hacer. Confiemos en que acabaré olvidando.