Sigue la vida su curso y nosotros montados sobre ella, pero disfrutando más a cada paso. El tiempo pasa y ahora, cuando me pide algún médico que le relate el proceso vivido, comienzo a percibir que el tiempo cuenta y que la cuenta es larga.
Va quedando atrás, va pasando, van siendo otras las cuestiones que ocupan nuestra atención y nosotros también somos otros. El domingo nos sorprendí a los tres cantando en el coche de regreso tras pasar un día en el campo. Nos permitimos, sin darnos cuenta, protagonizar unos instantes de vida normal y feliz. Y he de confesarlo, cada vez son más.
Más y menos. Más tiempo mirándonos a nosotros mismos, recuperando el terreno cedido y haciendo lo que todo el mundo. ¡Qué bien suena! Lo que todo el mundo…
Siento decir que no es inmediato, pero es, y eso es lo mejor. La pena, si cabe pena, es que me doy cuenta de que no ha sido así antes. De que, si miro para atrás, resulta que ha sido diferente. Y no me gusta. Qué le vamos a hacer, no me gusta.
Sin embargo, ahora nos estamos soltando, y eso siempre es bueno para todos. Porque por fin nos permitimos ser nosotros mismos de nuevo, sin miedo a que decir o hacer algo tenga consecuencias dolorosas.
Y sé que algo es cierto; mi familia, aunque pequeña, me gusta mucho.