Le conté a Jose, mi marido, lo que me dijo el médico mientras cenábamos, a las 11 de la noche, cuando la nena nos da la tregua. Después de pasar las horas, parecía que la cosa era menos grave, además contaba con que él iba a encontrar como siempre la explicación más positiva para todo lo que me había ocurrido, y así fue.
– Dice el médico que igual es cáncer, que su experiencia le indica que los demás se han equivocado hasta ahora – solté casi sin pensarlo, mientras peleaba con mano temblorosa para arrebatarle con el tenedor la mayor porción posible de ensalada y miraba de frente al televisor.
– ¿Y qué te hace pensar que no es él el equivocado? – contestó rápido y lúcido, como siempre.
– Pues igual tienes razón – eso es lo más cerca que yo estoy habitualmente de admitir que su punto de vista es el adecuado – pero él es un especialista, se le ve que lleva tiempo en la Unidad de Mama.
– Ya, pero se puede equivocar, no deja de ser uno el que dice que es malo, contra 5 que te han dicho que no te preocupes, que no es nada – concluyó, tajante y seguro, como a mí me gusta que sea, como me hacía falta que fuera en ese preciso instante.
– ¿Sabes lo que vamos a hacer? vamos a cruzar los dedos y a esperar el resultado de las pruebas, no le vamos a contar nada a nadie si te parece, porque a mí me da yuyu eso de estar invocando al maligno y ya sabes a lo que nos arriesgamos, algunos lo darán por hecho incluso sin serlo.
– Como tú quieras, pero yo te acompaño ¿que has dicho que te tienen que hacer?
– Una punción de aguja gorda, para tomar muestras, y una mamografía.
– Pues nada, allí estaremos el día 21 de enero.
Muchas gracias, Alicia, Viajes y Pablo de la Rúa, por vuestros comentarios. Ahora que, tras superar varias etapas, estoy en la de hablar, expresarme y contar lo que he vivido hasta el momento, son valiosas como diamantes cada una de las palabras de ánimo que recibo.
Si, si, diamantes, pero aviso que no pienso devolverlos cuando acabe todo esto ¡son mi tesoro!