Hasta ahora siempre existió la posibilidad de que las personas-paciente que me rodeaban en las distintas consultas tuvieran, o no, lo mismo que yo. Pero en la sala de espera de la consulta de radioterapia las cosas han cambiado. Bajar allí, al 2º sótano de la Arrixaca, me ha colocado finalmente ante una evidencia. Somos muchos, de edades, condiciones y circunstancias muy distintas. Pero somos muchos, demasiados.
Por si no había sido suficiente con el diagnóstico, la operación, o ahora el puñetero seroma que amenaza con retrasarlo todo, me llevo otro bofetón de realidad, me introduzco aún más en esta situación, sintiéndome rodeada por un verdadero ejército de personas que comparten conmigo idéntico fin, vencer al cáncer.
No puedo evitarlo, mientras espero mi primera consulta, se me escapan las lágrimas. Las personas que allí están ya han pasado por lo mismo que yo, me miran a mí como a la última recluta que se incorpora a filas, con terror al comprobar que esto no retrocede, sino que continúa avanzando y no respeta edades.
Yo les veo con admiración, ya han superado lo mismo que yo y más, y además han peleado en la vida las batallas que les han tocado, y las que les tocarán, que es al fin y al cabo por lo que luchan, lo que les convierte en verdaderos héroes de carne y hueso.
El dr. Rodríguez me ha confirmado que el tratamiento se iniciará tras la quimioterapia, que serán 35 sesiones repartidas en 7 semanas, y me ha dado mucha información para que la estudie y le pregunte en la siguiente consulta las dudas que tenga. Con mis compañeros de ahí fuera, trataré de desterrar el miedo y estar más tranquila, ellos son mi ejemplo.