Cuando todo esto acabe, va a ser necesario que alguien me recuerde que mi mente merece un homenaje de mi cuerpo y éste último, a su vez, merece que sea reconocida su labor por lo que guardo sobre los ojos. Y es que, ambos se lo están currando, por eso están hechos polvo…
Estos días he tenido fuerzas, gracias en buena medida a la EPO, y me he dedicado a dormir, comer y disfrutar lo posible de mi familia. Ahora se acerca otro momento de esos en que, tras sacarte sangre y dejarte la vía abierta, volveremos a encajar una nueva dosis de jarabe de flojera que me administran por litros y espero sea el último. Será el 5 de agosto.
Digo volveremos por que, fundamentalmente, somos 3 en este proceso que ya se ha repetido en 5 ocasiones; mi marido, mi hermana y la enferma, una servidora. Por su actitud y sus caras voy adivinando cúal es mi progreso, desde el primero hasta el último de los 21 días que dura cada ciclo.
Mi marido, Jose, es el que se encarga de reunir las impresiones de todos y las apunta en una agenda, de la que posteriormente yo extraigo un esquema que le presento a mi oncóloga en forma de tabla, con las fechas, la medicación que he tomado cada día y los síntomas que experimento.
Él lleva gran parte de la carga de este via crucis, sobre todo en lo que se refiere a ese torbellino que tenemos en el centro de nuestras vidas; la nena. Además vive con nerviosismo cada ciclo desde días antes de que comience, con lo que se le solapa el anterior con el siguiente. No me gustaría estar en su lugar, su angustia y la tristeza que a duras penas disimula son el pago de una factura que no se le ha emitido a él.
Mi hermana, Luisa, acude dos veces cada día a atenderme desde que me inyectan el cóctel hasta que salgo de cada ciclo. Eso no es mucho, según para quien, pero cuando tienes una familia y un trabajo que atender, todo cambia para convertirse en una verdadera proeza. Ahora viene el tirabuzón, o el rizo que riza al rizo, mi madre lleva 4 meses limitada de movimientos a causa de una fractura en un brazo y también la atiende a ella ¿Ahora que? ¿Tiene o no tiene mérito?
La estrecha vigilancia a la que me someten desde el mismo momento en que me inyectan las medicinas -existe una rotación de turnos para acompañarme en la que también participa mi hermano-, se extiende hasta las semanas posteriores.
Los días siguientes ven como me debilito poco a poco, sobre todo a partir de las 72 horas. A los 7 días, más o menos, siempre me dicen lo mismo “Se te ve bien, estás mejor que en otras ocasiones, esta vez lo llevas bien ¿eh?” Y yo asiento, por que imagino que eso tranquiliza, aunque lo cierto es que a mi ya me ha estallado el torpedo dentro y me está haciendo papilla hace unas cuantas horas…
El 6º o 7º día después de la inyección, mi aparato digestivo ya está destrozado y comienza a acusar las dificultades para masticar, digerir y evacuar los alimentos. Dicho de otro modo, está todo en carne viva, y así cuesta…
Si le sumas a eso la debilidad y el insomnio que vengo experimentando desde el tercer o 4º día, el resultado es una piltrafilla humana que mira al futuro más inmediato, 3 ó 4 días, con la esperanza de que todo acabe pronto, antes incluso que otras veces.
El 9º día comienzo a ver la luz, noto como mi cuerpo quiere despegar, salir hacia adelante como un cohete y dejar atrás una mala experiencia que cada vez se encarga de disolver en la memoria, condenándola al olvido. Es entonces cuando ellos comienzan a mostrar mala cara, los nervios y la tensión de los días anteriores les pasan factura a la vez que mi cuerpo les engaña con un contrasentido; mientras yo comienzo a sentirme bien, mi aspecto muestra la paliza a que se ha sometido mi organismo durante las últimas jornadas.
Mi hermana lo supera a base de coraje, nervios y algo de Orfidal. Mi marido no puede aliarse con la medicina para descansar, la nena no le deja, así que tiene que encajar una más y seguir sumando.
No son los únicos, mi madre, mi hermano, mi familia más cercana, la familia de mi marido, amigos, compañeros, y demás… Pero si son los que más se están acercando al fuego.
Pensándolo bien, quienes merecen el homenaje son ellos…