Son los últimos días, ya casi ha terminado lo peor, y mientras me trato de mentalizar de que padezco una enfermedad crónica, cuyos avatares me van a acompañar el resto de mi vida, sea ésta larga o corta, sigo empeñada en olvidar.
En más de una ocasión he afirmado que, si me han podido inyectar 6 ciclos de quimioterapia sin altercados, ha sido gracias a que mi cuerpo, en un sorprendente ejercicio de regeneración, ha olvidado siempre el último. Sin ese necesario olvido, no habría uno, y otro, y otro, y otro más, y otro después, y el último.
Y sigo pensando en ello, dejando escaparse al tiempo entre mis dedos durante estos últimos días de la crisis, y segura de que quiero olvidar lo que ha sido. Antes, eso sí, estoy lanzando un mensaje poco propio de mi; hay que dejar de fumar, yo lo hice hace 11 años, y no puede ser tan malo como esta experiencia, lo que llevamos mi familia y yo vivido durante los últimos 6 meses. No es una broma, el cáncer de pulmón está asociado a los fumadores, y yo ahora estoy en disposición de afirmar que no existe momento en que un cigarrillo, o puro, o pipa, justifique el riesgo de experimentar UNA SOLA sesión de quimioterapia, cuando menos varias, cuando menos cirugía, cuando menos radioterapia… y el dolor del corazón, ese tan hondo.
Así que ahí va mi primera explicación para el título de este post, “No te permito que te mates, que te pongas en peligro, que expongas al sufrimiento a todos los que quieres, que te cortes la vida ¿es que no tienes razones suficientes para dejarlo? Seguramente, si hubieras vivido lo que yo estos meses, tirarías el cigarrillo ahora mismo”.
Bueno, esto queda muy bien como moralina, pero no explica el título del post. En realidad es el hecho de encontrarme más fuerte, pese a haber encajado 6 ciclos de quimio, lo que le da una explicación. Y es que ha sido así desde el primer momento, desde que el martes 5 de agosto me inyectaron, mi cuerpo ha estado más sereno, más entero y más fuerte ante lo que se me avecinaba. Yo veía pasar las horas y no llegar el deterioro habitual en otros ciclos y no lo podía creer. Eso no significa que no lo haya pasado mal, pero sí menos mal que en los 5 ciclos anteriores.
Es como si mi cuerpo hubiera estado esperando, sufrido él, que llegara este momento para plantarle cara al veneno, que salva vidas, pero veneno es. Como si en esta ocasión, y sabiendo que se trataba de la última cita entre las 7 bolsas y mi vena, mi cuerpo hubiera acumulado entereza para permitir el mínimo de daño, la más reducida invasión posible, mirando a los ojos a esas nanobacterias o lo que sean y diciéndoles “No te permito que sigas degradando aún más este lindo traje, este hogar para mi alma que quiero que me acompañe en las mejores condiciones posibles y por muchos años”.
¡Ole él! Le ha plantao cara a la quimio y no le ha permitido seguir horadándome las entrañas con ácido nuclear.
La primera sesión fue un infierno, mental y físicamente lo pasé muy mal. Por un lado creía que debía enfrentarme a esta situación para superarla y, por otro, pensaba que la medicación era mi aliada y debía dejarla actuar para que fuera efectiva. Lo más duro fue aceptar la gran debilidad que sentía, aprender a seguir siendo yo sin el ánimo que me caracteriza, abandonar el control y dejar que otros decidieran por mí a cada momento. Afortunadamente, los aliños de esa amarga ensalada fueron el cariño y la atención por parte de todos los que me aprecian, que son muchos. Además, después olvidé y renací.
El segundo ciclo me pilló más preparada, o eso creía yo, decidí dejar hacer a la química y relajarme. Tanto me relajé que me pegó una buena paliza, lo que me produjo una importante anemia que no me lo ha puesto nada fácil en lo sucesivo. Esa actitud tampoco fue la más acertada.
En el tercer ciclo decidí recuperar el control, tratar de dominar la situación para evitar lo que me había ocurrido antes. Me llevé otra paliza. Durante el cuarto, a causa las molestias de mi hija y el virus estomacal que sospecho me transmitió, me ví aún más reducida a mi mínima expresión. Llegar al quinto fue muy duro. Pero, después, la EPO me mostró una manera nueva de recuperarme, y eso pese a sus contraindicaciones, pero me rescató de una casi segura transfusión de sangre y me recuperó para superar el último.
Estoy débil aún, me cuesta y me cansa permanecer sentada mucho tiempo, mejor acostada. Tengo problemas digestivos y la boca comienza a amenazar llagas, las habituales. Pero otros muchos dolores y problemas no han aparecido esta vez. Les ha dado miedo, a estas alturas ya saben con quien se la juegan.
Y eso que no saben que voy a olvidarlo todo…