¡Maldita sea! ¡Ha ocurrido! Yo lo sabía, me lo imaginaba, todo iba demasiado bien para ser verdad… Si, si, si, yo también soy víctima de un complot, de una confabulación, de un pacto ilegítimo que me empieza a repatear los higadillos. Mis piernas han pactado con mi estiticista. Así es, estoy desde mayo esperando que mi pelo renazca y comienza a hacerlo por las piernas, están llenas mientras el resto de mi cuerpo permanece despejado ¡traidor!
Menos mal que es lo único negativo que tengo que contar, si no se puede considerar como negativo que mi cabeza parezca la de un recién nacido, con su capita de pelusilla que tímidamente asoma al exterior… Y esto puede parecer un comentario fruto del deseo de una caprichosa, pero es que yo me he pasado toda mi vida como candidata a donante de vello, con un overbooking permanente en mis capilares, y ahora que quiero que todo vuelva a la normalidad, me pasa esto.
Bromas aparte, por las que pido disculpas si alguien se ha asustado en exceso, estoy comiendo cada vez más y mejor. Vuelvo a disfrutar de la frescura de la cerveza de barril (ya no está amarga), y del sabor de la comida en general, especialmente las gambas (me tomé dos el otro día y me dieron permiso para comerme a todas sus hermanas).
Poco a poco estoy recuperando las fuerzas, muy poco a poco, eso sí.
El jueves pasado, día estipulado por mi oncóloga para administrarme la primera dosis de Herceptín (alías trastuzumab) resultó finalmente tranquilo, la doctora consideró más adecuado esperar a que pasara el fin de semana; “así recuperarás más fuerzas”, para administrarme la dosis.
He de decir que estaba bastante nerviosa y me vino bien, ayer fuí más tranquila. A todo esto, es mi marido el que está pagando todos mis arrebatos, el pobre.
Bueno, el caso es que ya me informaron el jueves pasado que mi hematocrito estaba bien; “ya casi no tienes anemia”, ¡que se lo digan al jamón, a la cerveza, al ternasco que me comí la otra noche, a mi gran vicio el chocolate, los bizcochos y a los ‘bocadillos de to lo que pillo’ que me estoy encajando entre pecho y espalda!
¡¡Pero que buena está la comida!! Y lo mejor, no estoy engordando, casi, casi, un poco solo. Bueno, que eso no es lo que importa ahora…
Hoy me voy por las ramas como la mona Chita, pero es de alegría, aún así pido una vez más disculpas.
Puestos a centrarnos, volvemos al lunes, o sea ayer, justo en los minutos siguientes a dejar a mi hija en la guardería (si, si, también llevo a la nena a clase). El caso es que fui a la Arrixaca a solicitar mi dosis de ‘terapia biológica’, que en realidad y según me explicó mi médico, es una vacuna que inhibe a una proteina que interviene en la reproducción de mi tumor. Vamos, que durante un año, cada 21 días, me van a someter a un proceso parecido al de la quimio -salvando las distancias- para inyectarme vía intravenosa otro líquido más el límpio, como llaman las enfermeras al suero con que te limpian después las venas. Total, con análisis, visita a la oncóloga, preparación del citado e inyección, toda la mañana. Y siguen sin llamarme de radioterapia.
Bueno, pues yo tenía mis temores respecto a esta nueva fase de los tratamientos, además de la experiencia que me han transmitido amablemente alguna de las lectoras de este blog, también había leído que puede producir diversos efectos secundarios, así que a esperar con cierta desconfianza. Al final, hoy 24 horas después, estoy como una rosa. Nada, nada, nada, ni un solo efecto.
¡Bien! Ya es hora de dejar atrás un fantasma demasiado aterrador…
He comenzado a cocinar, porque también puedo soportar los olores, el agua y la colonia, y me estoy tratando de centrar en disfrutar del aspecto positivo de estar en casa sin trabajar (en la próxima cita le voy a preguntar al radioterapeuta si puedo volver al trabajo). Por eso, hoy he salido a comprar, a la farmacia a por un enjuague bucal ¡nada de medicinas! y a visitar durante unos minuticos a uno de los diamantes que me he encontrado en la vida.
Ahora, mientras escribo estas líneas, se están guisando en mi cocina un cocido y un frito de magra con tomate, de los que prometo dar cuenta durante todo el día, para no perder las buenas costumbres.
Un abrazo.
Firmado: Venas Quemadas Franco.