Da igual el punto de partida que tomes, subes, bajas, giras a izquierda y derecha, y con un poco de suerte tu coche (¿se llama así?) se sale de una curva cuando menos te lo esperas, y descansas. Nada que ver con Kingda Ka, la montaña rusa más grande del mundo -por el momento- y sus 139 metros de altura.
Eso es esta experiencia del cáncer para las emociones, un festín de vértigo cuyo conductor resulta, además de desconocido, desgradable.
Voy poco a poco recuperando fuerza. Hace 15 días la Duquesa de Alba era una joven veinteañera a mi lado. Hoy me siento capaz de competir con ella en una carrera de sillas de ruedas 😀
Aún así, mis apariciones en público me siguen pasando factura. El lunes asistí a la inauguración de una exposición en el Casino, algo de lo que J100 fue testigo 😉
El caso es que me apetecía saludar a compañeros de trabajo, autoridades y otras personas con las que coincidí allí. Y fue muy bien, volvió a ocurrir eso de “¡Qué buen aspecto tienes!”, y otros halagos de los que no he despreciado ninguno. Todo el ánimo sigue siendo bienvenido. Al final, y tras 2 horas de pie y un poco de frío en la calle, fueron necesarias 40 horas para recuperarme.
Vuelvo a estar mentalizada. Esto no es una carrera ciclista, a mi pesar, no vale cubrir etapas y esperar a ver la meta. La paciencia sigue siendo igual de importante, o quizá más, que al principio. Es necesario saber esperar y dejar pasar el tiempo, que según parece forma parte de los tratamientos. ¿Cómo se llamará? ¿Tiempoterapia? ¿Cronoterapia?
El caso es que no me lo pensé dos veces a la hora de anunciar mi viaje a Cabo de Gata , y aún no me siento capaz de iniciarlo. En fin, si no es para noviembre será para diciembre. En este punto me gustaría parecerme a Maria Antonia Valdivielso , ella ha viajado a diversas ciudades europeas entre ciclo y ciclo de la quimio, estudia y sigue trabajando en la medida de sus posibilidades. Todo un ejemplo.
También Frank es un ejemplo, él supo asimilar la idea y el proceso que supone este trance. Tenía sus circunstancias personales, como todos, y supo enfocarlo, darle la dimensión exacta. A mí, cuando me dieron la noticia, casi me estaban anunciando que iba a morirme. Después he vuelto a sumar años a mi calendario, pero no ha sido fácil.
– Jose, voy a dejarme el pelo así de corto, me siento bien, estoy cómoda y todo el mundo me dice que estoy muy guapa – Se lo anuncié a mi marido como si fuera una decisión adoptada, en realidad era un sondeo.
– No, por favor. Primero deja tu pelo crecer, vuelve a ser la de antes, y después haz lo que prefieras – Su respuesta no se hizo de esperar.
Volver a ser la de antes. Creo que ya le he anunciado en alguna ocasión que, en parte, no volveré a ser nunca la de antes. Cuando estaba recibiendo los tratamientos, pensaba que aprendía de todo esto y que las lecciones me ayudarían en el futuro. Ahora tengo mis dudas, cuando me siento recuperar vuelvo a ser la misma cretina de siempre. Poco debo haber aprendido entonces. Y solo hay algo peor que vivir algo así y no aprender; sufrir por sufrir.
En este punto es cuando agradezco la frase que Carlos Mateo Beltrán extrae de El Principito ; “sólo el corazón puede ver bien. Lo esencial es invisible para los ojos”.
Al final, yo sólo quiero graduarme, como Medeles , en la Universidad de la Vida UV, tras lo que estoy aprendiendo de personas como Vto (el último, pero no el menos importante ¿eh?)