Y no porque desde esta semana un ‘hombre negro’ resida en una ‘casa blanca’ . Lo que ha cambiado, también con el cáncer, es mi manera de ver ciertas cosas. Creo que me repito, pero es que no puedo evitar el asombro al evocar mis actos realizados a golpe de corazón, y mi contrariedad al observar la diferencia entre los efectos perseguidos y los logrados.
A veces, equivocadamente, creemos que sólo por el hecho de hacer algo de corazón, está bien hecho. Pero, más bien al contrario, son muchas las ocasiones en que precisamente el corazón, es lo que menos falta hace para lograr un buen resultado.
No, no, que nadie se asuste, yo sigo pensando que dejarse guiar por la víscera latente es una manera segura de acertar. Pero no con los demás, sino con que uno está haciendo lo que verdaderamente quiere hacer.
Y ya no es el hecho, a veces es la forma, o la iniciativa. Me explico. Actuamos ante determinadas situaciones porque nos creemos parte del reparto en esa película. Igual no lo somos. Por ejemplo, participamos de una conversación porque nos creemos invitados a ello- yo en esto soy una especialista metepatas-, pero no siempre es así. A veces, he llegado incluso a creer que porque alguien me invitaba a escucharle, estaba obligada a actuar. No, no, a veces sólo hay que escuchar, o ver, o mirar, o sentir…
Es como si hubiera estado viviendo a 45 rpm y ahora me diera cuenta de que la vida, en realidad, corre a 33 rpm. Como si cada vez que alguien hubiera pronunciado mi nombre, yo creyera que era la lectura del reparto de la obra, cuando se estaba asegurando de que le respondería en caso de llamarme.
Ahora, por fin, tomo una silla y me siento a un lado del pasillo, fuera del patio de butacas, y creo que he logrado un lugar desde el que observar, y escuchar, sin actuar a menos que me inviten a hacerlo.
He realizado la mitad del trabajo, para ser sincera me cuesta frenar mi impulsividad, pero confío en lograrlo. Estoy comprobando que la vida es más placentera así, y me gusta.
Esto forma parte de esa larga lista de cosas buenas que tiene el cáncer, que las tiene. Además, entre otras, está la oportunidad de reconciliarme conmigo misma.
Ahora que se acerca la fecha del 30e, y con ella del primer aniversario del diagnóstico, comienzo a dejar atrás mi sensación de ser una convaleciente, no tanto una enferma, y mucho menos alguien que ha sentido peligrar su vida seriamente.
Hasta tal punto es así que me estoy planteando cambiarle el nombre al blog. Y es que yo, en realidad, no tengo cáncer desde que me lo extirparon el pasado 20 de febrero. Podría llamarlo ‘yo también tuve cáncer’, o emular a Paula y ponerle ‘ya he dejado de tener cáncer’. No sé, acepto sugerencias, aunque me parece que es más importante afrontar la emigración del blog.
Mientras las cosas son así, yo sigo nadando, obediente con la sugerencia de mi comentarista anónimo. Sufriendo la ‘soberbia del sano’ y comenzando a aplicar otra variedad.
El otro día, una de mis compañeras de calle en la piscina, me sugirió que me cambiara a otra que estaba menos concurrida. “En esta vamos a tener un accidente” me dijo.
La calle a la que me quería mandar, seguro que con la mejor de sus intenciones -sobre todo para ella misma-, era una de las que yo llamo ‘geriátricas’, donde nadan las personas mayores que tienen menos tono muscular, o menos fuerza, y por tanto van más despacio.
Yo ya probé a nadar en esa zona cuando me incorporé de nuevo, pero les atropellaba todo el tiempo, como creo que ya he explicado, porque mi cuerpo ha resultado encontrarse mejor de fondo que lo que cabía esperar.
Así que, contra la ‘soberbia del sano’, decidí aplicar la ‘soberbia del joven’ y, para que no haya confusión posible, no hacer ni puñetero caso a las bienintencionadas compañeras que me sufren en su calle, a las que prometo hacer una pasada al estilo Fernando Alonso , en menos de un mes, “si la fuerza me acompaña”.
Hoy estoy muy cansada, y sigo teniendo días de bajón, pero cada vez son menos…