Ya que ha pasado el tiempo suficiente y estoy a la distancia necesaria para hacerlo, creo que ha llegado el momento de pasar a un segundo plano -al menos por ahora- las cuestiones médicas y hablar de esos pequeños detalles que también te llenan la vida cuando te la juegas en trances como el del cáncer.
Y es que, una vez que te has resignado a la idea de que te va a tocar pasar laaaargas horas en el hospital, llega el momento de buscar esos pequeños refugios o destinos que te pueden ayudar a hacer las visitas más llevaderas. A ti y a los tuyos, por supuesto.
Los casi 3 últimos años me han proporcionado una buena experiencia, creo, a la hora de distinguir esos destinos. Siempre según mis gustos, hay lugares como la cafetería del Maternal donde te puedes sentir muy bien tratada por todos los profesionales que allí trabajan.
Aunque, sin ánimo de que nadie se sienta molesto, para mí hay lugares especiales como el Rodilla de la galería comercial Arrixaca . Ése ha sido para mí un refugio en muchas ocasiones. No necesito esforzarme mucho para recordar esos días en que iba a que me pusieran la quimio y, mientras me hacían el análisis de sangre y me preparaban el combinado, me pasaba las horas muertas tomando café, chocolate caliente y comiéndome los inigualables cruasanes que allíl se hornean. O cuando esperaba entre consultas y aprovechaba para tomar algo. Aún hoy en día es parada obligatoria tras un análisis o al salir de alguna revisión, porque lo más valioso del Rodilla, amén de su servicio, limpieza y la calidad de sus productos, es su personal.
Las chicas del Rodilla son verdaderas especialistas a la hora de cuidar a sus clientes, y eso se agradece. Con ellas he compartido momentos de enfermedad y debilidad, pero también de alegría al recibir una buena noticia o simplemente al comprobar que me iba recuperando con el paso del tiempo. En sus caras he visto la satisfacción que les producía comprobar que yo seguía, y aún sigo, una evolución positiva. Y eso se agradece, porque da gusto sentirse querida en todos los ámbitos de la vida.
Pero hay otra parada que no puedo olvidar, en esta ocasión porque resultó especialmente importante durante la radioterapia, y aún hoy sigue siendo destino de escapadas esporádicas. Se trata del restaurante El Chirrete, del Polígono Industrial Oeste . Se encuentra en la 2ª fase, la zona más nueva, cerca del Camino de los Soldados por el que tantas veces paso para ir y venir de la Arrixaca a casa.
Pues bien, fue parada obligatoria todos los días de la radioterapia, como tratamiento adjunto. Su fresquísima cerveza, sus buenas tapas, el buen trato de su personal -el mismo todo el tiempo- y el precio, que no tiene competencia. Allí también me encuentro agusto, allí también me vieron con y sin pañuelo. También he visto la alegría en sus caras al comprobar que iba ganando la batalla al cáncer y, ahora, también allí me siento querida.
Esto empieza a sonar como los mundos de Yupi, todo ‘flowerpower’, pero es que es lo que ha tocado hoy.
Oh Mi vida, Esta cambiando diariamente, De muchas maneras, Y mis sueños, Nunca son lo que parecen, Nunca son lo que parecen...