García Martínez – 6 enero 1993
Es impresionante.La España de esta mañana ha amanecido negra como el carbón. Aplastada bajo toneladas de carbón. Para que se den una idea los de provincias, solo diré que las torres de Kio sin apenas dos pequeñísimos icebergs que asoman –tímidos y avergonzados –sobre 3l grueso manto del carbón. No es que los reyes hayan dejado – como cada año-unos trozos de carbón como todos los políticos, y de los financieros, y –en fin- de los 1ue nos mandan. Es mucho más y muy diferente. Como si todo carbón que queda en las entrañas de la tierra hubiera sido vomitado sobre la superficie.
Pero, ¿Qué clase de broma es esta? Hasta la televisión ha perdido el color, regresando al blanco y negro. Ha nevado café sobre España. Y, cuando sopla viento, ráfagas de polvo negro impiden ver el vuelo de negros cuervos. El blanco de los christmas se ha vuelto oscuro. Santa Claus es un deshollinador. Y el Papa de Roma -¡Dios mío!-viste otra vez la sotana negra del cura rural. En los alrededores de Aravaca, provincia de Madrid, ya no queda ningún inmigrante dominicano. Todos son españoles negros. La policía municipal es negra. Los rubios neonacis del bate de beisbol son también negros y andan pidiendo trabajo como jardineros en lujosos chalets ocupados por ministros y subsecretarios negros.
Viendo lo ocurrido, el Rey Baltasar se descojona de risa desde los alto de su camello negro.