García Martínez – 11 enero 1993
A no mucho tardar, la cabeza de Felipe González se pondrá justamente como un bombo. Empezará en plan pequeño tambor, pero poco a poco irá engordando. Y todo porque el hombre ha caído en la trampa de comprometerse a asistir a un Consejo de Gobierno en cada una de las diecisiete comunidades provincial y espeso, convertido en un enorme bombo. Tantas reclamaciones y quejas como las que han de llegarle a Felipe en estos encuentros, puede que electoralistas.
El extremeño lbarra ha dicho que esta iniciativa tiene dos finalidades: que se vea cómo el país, además de vario, es uno; y que el presidente del Gobierno conozca con detalle lo que cada región necesita. Ni que decir tiene que la balanza se inclinará con el peso preponderante de esto último. Creo que Felipe se ha metido en un buen lío. Los políticos de altura -y más aún si navegan por la estratosfera, como es el caso-, son ya incapaces de aguantar sin cabrearse la tradicional actitud pedigüeña de sus gobernados. Veo al pobre presidente, después de todo este recorrido provincial y espeso, convertido en un enorme bombo…furioso. Lo cual no sería tan malo si, por milagro, se produjera una metamorfosis que le hiciese pasar de bombo de banda a bombo de lotería. Lo único que tendríamos que hacer nosotros sería llamara los niños de San Ildefonso y ponernos en cola.
Mas no querrá Dios -¡ay!- otorgarnos ese beneficio.