García Martínez – 12 enero 1993
No entiendo a los periodistas. A ninguno. Ni a los de la prensa, ni a los de la radio, ni a, los de la tele. Uno esperaba que, el lunes, todos los –así los llamados- medios sacaran en sus portadas la que sin dudarlo es la noticia más grande de este siglo que se está acabando. Pues no. Nos han puesto lo de Saddam, que no es más que un tonteo del señor este del bigote, porque se aburre y porque es masoca; y la discusión de los ·yugoslavos, que no es sino camelo y ganas de marear la perdiz…
¿Dónde habrán aprendido la profesión estos Individuos? ¿Qué pasó el domingo? A ver, preguntemos al pueblo llano y fidelísimo. Pues que, por primera vez en la historia, la quiniela no llevaba ni un solo uno. Ninguno de los equipos contendientes- ije!- ganó en terreno propio. Sólo doses y equis ilustraban el boleto. Incluso el resultado del pleno al quince resultó no ser casero. Esto es algo, señores periodistas, como para que se conmuevan las esferas. Algo que no ha pasado nunca. ¡Nunca! ¿No se dan cuenta? Unos y equis de arriba abajo. La entera España se pasó la noche sin dormir, dándole vueltas a la cabeza, Pues, bien mirado, una quiniela así tiene que ser anuncio de algo muy gordo. La fin del mundo, por no ir más lejos. Aunque el fútbol, como dicen, no tenga lógica, es de todo punto acojonante que nadie gane en casa.
Es que, desde la penicilina, no ha ocurrido nada tan extraordinario,¡hombre!