García Martínez
Las expectativas no se cumplen jamás al cien por cien. Cuando éramos más jóvenes, los que mandan nos hicieron poner cierta ilusión en algunos proyectos de futuro. La realidad posterior, sin embargo, se encargó de abrirnos los ojos,dejando al descubierto nuestra ingenuidad. Decían que el Trasvase Tajo Segura iba a resolver, por los siglos de los siglos, el problema del agua en las provincias del Sureste. Decían que, con la entrada en Europa, nuestrosproductos hortofrutícolas se cotizarían a precio de oro. Decían que, cuando los carburantes salieran del monopolio, las gasolinas se pondrían a perra gorda, como las pipas. Decían que, ya dentro del Mercado Único, el precio de los coches bajaría espectacularmente. Pues bien: ninguna de esas promesas se ha cumplido. (La CAMPSA desapareció ayer mismo, y ya se han apresurado a advertirnos que nuestros bolsillos lo van a notar muy poco). Hay que hacerse a la idea de que nada es blanco-blanco, ni negro-negro. Lo cual no quiere decir que debamos perder la esperanza. Sin esto último, nada se movería en el mundo. Si no creyésemos siquiera un poco en la falsedad, ni fuerzas tendríamos para levantamos cada día de la cama. Hay que confiar en las utopías, porque esa confianza estimulante la exige nuestra propia naturaleza.
Lo que pasa es que jode, ¿sabe usted?, que nada sea como creíamos que iba a ser.