García Martínez
Llevo ya un rato largo mirando el mapa del proyecto de autovía entre Alicante y Cartagena. Y, claro, como no entiendo, pues no sé si vale o no vale. Ni si el nuevo trazado es mejor o peor que el anterior, ese que el Ministerio acaba de desechar. En su ignorancia y a simple vista, uno comprueba que un señor que viaje de Alicante a Cartagena, o al revés, acaba haciendo-palmo arriba, palmo abajo- los mismos kilómetros que si decide pasar por Murcia. Pero algo semejante ocurriría, me parece, con el itinerario que ya no se llevará a efecto. En ambos casos, el viajero tendrá que compartir un tramo de la autovía ya existente: el de Alicante-Albatera. Y ello hará que el tráfico en esa zona sea algo más intenso. Digo yo. Esa manera de comunicarse Cartagena con Alicante deja también en el aire la continuidad. Por la costa, de la carretera que se inicia en la frontera francesa: la famosa autopista de Mediterráneo. Para viajar a Almería, el turista-por así llamarlo-tiene que volver a Murcia (si es que antes ha decidido visitar Torrevieja y el Mar Menor) y hacer su camino por el interior. Salvo obras añadidas, Santa Pola y Guardamar quedan algo lejos de las autovías. Y más aún, los enclaves turísticos de Mazarrón y Águilas.
Entonces, ¿qué? Pues nada. ¿Será para bien? Varios lectores se acercan a mirar lo que escribo y comparten mis dudas. Es lo malo-decimos a coro-de no entender.