García Martínez – 23 febrero 1993
Dentro de lo que podríamos llamar su afán, Guerra anda estos días subido a los árboles. No a los del Coto de Doñana, sino a los genealógicos. Es un juego peligroso, porque las ramas de estos ejemplares suelen ser quebradizas. El, así llamado, Vicesecretario echa en cara su ascendencia a las gentes del centro-derecha. Y viene a decir que todos son poco menos que hijos de fascista.
Lo veo mal yo esto. Pues la genealogía puede dar sustos muy gordos a los que se empeñan en conocerla a fondo. Sobre todo si lo que vamos buscando son defectos ajenos y virtudes propias. El juego me parece, además, injusto. ¿Pues qué culpa tiene nadie de ser, pongo por caso, hijo y nieto de Camborio?- Nadie ha elegido a sus padres, que se sepa. A mayor abundamiento, que se dice, el orbe está lleno de hijos fascistas nacidos de padres republicanos, yal revés. Trepar a esa clase de árboles puede llevarnos muy lejos. Y podríamos encontrar que un liberal de .ahora fuese descendiente de un dictador visigodo, del mismo modo que un comunista podría serlo de un obispo pecador, o que un presidente de congregación pía tuviera sangre de morisco. El propio Guerra no está libre de estos riesgos. Investigando, investigando en su rama, quizás llegásemos a conclusiones ciertamente sorprendentes.
Dejémonos de músicas. Que, aquí, quien menos se piensa pudiera ser resobrino del mismísimo Lucifer o similar.