García Martinez – 12 marzo 1993
Van acabar con todo, ¿eh? Le digo a usted que nos cargan.
Cuando no son pitos son flautas. El caso es arrasar. La última que se les ha ocurrido en Murcia -de tan finolis como son- es prohibir a los vendedores de la plaza vocear la mercancía. ¿Pero cómo es posible? ¿Quiénes son ellos, aunque los hayamos elegido en las urnas, para tirar por tierra añejas y preciosas tradiciones? Nada, que quieren un mercado -los muy cursis- que se parezca lo más posible a una iglesia.
Vocear la mercancía, y más aún si, como se suele, lo hacen con gracia, anima a comprar y también a vivir. La clientela se ríe con las picardías ingeniosas de los eslóganes de fabricación casera, fruto de la inventiva de los propios vendedores. Muchas veces, las frases más redondas se transmiten de padres a hijos, como esa tan célebre que dice: “¡Mira qué fresco lo tengo esta mañana·”. Existen verdaderos maestros del voceo -recordemos a Ramonet, en lo tocante a las mantas de Palencia-, igual que otra gente que sabe improvisar versos por la gracia de Dios.
Pues nada, aquí, estos munícipes nuestros, que no echan gusto a nada, lo mismo nos ponen musiquilla de esa de los aviones.
Y, al igual que en los grandes almacenes, lo único que escucharemos de cuando en cuando será la voz de una azafata, diciendo: “Señor Ramírez, al 242”. Concejales: ¿es que estáis ustedes ciegos? ¿Es que no veis cómo lo tengo de fresco esta mañana?