García Martínez – 16 marzo 1993
Hay pesimismo en la sociedad española. Entre el personal, vaya. Donde más se nota es en la tienda. Y, sin embargo, a veces surge la chispa, la esperanza de que, a pesar de todo, quizás podamos todavía salvarnos. Lo digo porque el sábado cerré el coche y me dejé -¡ay!- las llaves dentro. Pues muy bien. Probé todas las que tenía en casa, y alguna más. Pero nada. Ya me pasó en Marruecos. Allí, un moro que apareció con cinco mil llaves oxidadas resolvió el problema. En esta ocasión acudí a un servicio oficial. No estaba ese día-el chapista, que es a quien le suelen encargar estos menesteres. Y llamaron al electricista, quien, impasible y con buen criterio, sugirió; “Para esto, mejor que yo, un chorizo”.
Detectamos los dos una leve, levísima rendija en la parte superior de una de las ventanilla. El eléctrico preparó un alambre y lo introdujo. Ustedes pensarán: `Claro, enganchó el seguro, y listo´´.Pues no. El llavero estaba en el asiento delantero. Lo atrapó y, acercándolo a la pequeña abertura, consiguió extraer una de las llaves, justo la que necesitábamos.
Y yo pensaba luego: aquí, el amigo -a pesar de que era sábado- se me mostró servicial, amable y hasta cordial. Superó la dificultad con menos de cuatro pitos y un tambor. Y cuando quise pagarle, respondió: “Eso, mi jefe”. y entonces fue cuando me dije que quizás todavía podamos salvarnos en este país.