García Martínez – 18 marzo 1993
Diez millones de partidos se dieron ayer por la tele, y otros tantos hay previsto retransmitir esta noche. Con un par. Para que luego hablen de cuando Franco. A eso le llamo yo no tener fobias, ni complejos. Otra cosa es que debamos seguir yendo al psiquiatra, pero por motivos diferentes. ¡Es tan amplia la gama de las enfermedades de la mente!
Me parece muy bien el fútbol televisado. Que no sólo de Solchaga y serbios vive (o muere) el hombre. La combinación pan y toros siempre tuvo muy buen cartel en España. Una de cal y otra de arena, vaya. Lo que más me gusta del fútbol de sofá es su carácter didáctico. Últimamente, una serie de expertos comentaristas analizan cada una de las jugadas, con la misma meticulosidad con que antes -y supongo que ahora lo mismo- se analizaba la orina del delantero centro. Quiere decirse que, por medio de la televisión, no sólo ves sino que aprendes a ver el fútbol. Yeso es importante. En los tiempos que corren, hay que estar documentado incluso en lo más trivial. Lo cual no significa que el fútbol sea trivial Los concursos nos enseñan cultura general. Y las retransmisiones deportivas, la cultura específica del ser humano corriendo detrás de un queso de bola.
Me encantan, sobre todo, las explicaciones de Michael Robinson, ese inglés tan simpático que estuvo en Osasuna.
Es que es la repera, oyes, lo bien que maneja el lápiz mágico.