García Martínez – 31 marzo 1993
Están las esquinas, oye, que no hay quien se pare en ellas. Las esquinas de España se han puesto últimamente hechas un asquito. La chorreante humedad produce tremendos desconchados y el personal tiene que bajarse de la acera -con los riesgos que esto conlleva- o cruzar los charcos con katiuskas.
Nadie sabe a ciencia cierta por qué las esquinas españolas están como están. Los de Greenpeace, que andan en todo, han analizado el producto, es decir, lo que chorrea. Y, desde luego, orines de chucho no son. El producto sabe salado, pero la concentración salina no es la misma que la de los orines. Los servicios municipales de las ciudades todas han procedido a echar serrín y a barrer luego. Pero, nada, a las pocas horas todo vuelve a lo mismo. Ha tenido que ser el señor Bono, Presidente de Castilla-La Mancha (y que, lo mismo que Greenpeace, está en todo) quien nos aclare el misterio. He aquí manifestaciones: “Para que podamos seguir ofertando ilusión lo que hace falta no es llorar por las esquinas, sino dar cara… ”
Si consideramos que -cuando no queda otra cosa a la que echar mano- de ilusión también se vive, el presidente manchego tiene toda la razón del mundo. Metan, pues el conejo en la chistera y sáquenlo luego en los escenarios políticos, a ver si nos ilusiona de nuevo el ilusionista.
Y no llore como una mujer quien no supo defender Granada como un hombre.