García Martínez – 16 abril 1993
Anda el ciudadano dándole vueltas a quién será el ganador de las elecciones próximas. Y duda acerca de si el partido en el poder tendrá autonomía bastante para gobernar o habrá de compartir la cosa con otros. Sea como fuere, el personal está tranquilo. Dicen que la campaña será corta y barata. Lo veo bien. González asegura que está dispuesto a la cara a cara en la tele con los líderes que se le oponen. También lo veo bien. De todo esto se desprende que en esta ocasión, la propaganda va a funcionar de otra manera. Ello significa que la capacidad de persuasión no dependerá tanto de carteles y folletos, como del ingenio de cada uno. A lo mejor hasta nos divertimos.
Considerando la importancia que en estos tiempos tiene la buena o mala imagen del candidato principal ¿qué ocurriría si, de la noche a la mañana, Felipe apareciese con barba y Aznar sin bigote? No se lo tomen a broma. Algo en apariencia tan insignificante puede traer, de cara las urnas, tremendas consecuencias. Imaginen conmigo que González se muestra públicamente vestido de bombero. Si hiciésemos sendas encuestas antes y después del evento, estoy seguro de que los resultados serían muy diferentes.
Si de verdad han decidido gastar poco en autobombo, los aspirantes y sus asesores deberán exprimirse los sesos para, con cuatro perras, llegar a la opinión pública en mejores condiciones que el adversario.
Esperemos a ver.