García Martínez – 17 mayo 1993
Montoya es de Murcia, lo mismo que Bernardo Ruiz nació en Orihuela. Tierras donde conviven el azahar y el alcacil. Una vez, Montoya interpretó una proeza, y su pueblo le rindió homenaje. Recuerdo que en el salón principal del ayuntamiento capitalino nos dieron bocatas de sobrasada.
Todos estábamos contentos y orgullosos de Montoyica. Igual que los navarros lo están de Induráin, Montoyica -lo llamo así porque es algo bajito- estaba entonces inquieto, pues se decía: “Joder, si después de todos estos fastos, resulta que me vengo abajo… Vaya chasco”. De manera que lo intentó otra vez, ahora, en la Vuelta última.
Tanto afán le puso el hombre a la faena, que hasta se cayó un porrazo tremendo, creo. “Buena le hemos hecho” -pensó ciclista-
¡Se acabaron los bocadillos de sobrasada junto viejo pendón municipal!
Pero el muchacho, como es valiente le echó luego a la cosa lo que había que echarle. Y ganó finalmente una etapa, mientras Su mujer le aplaudía desde el arcén. Montoyica se ha reivindicado a sí mismo y nos ha reivindicado a todos nosotros.
Algunos dijeron que quizás hubo cierta precipitación a la horade homenajearlo. Gente cicatera. Después de lo ocurrido, ya vinimos tranquilos. Montoya, su mujer, su familia, el alcalde y paisanos. Es bueno alentar al ídolo antes incluso de su entronización definitiva.
Porque -casi siempre- ese anticipo ayuda.