García Martínez – 10 Junio 1993
Buena nos la han hecho los jueces con Woody Allen. Crea mitos para esto. Ahora resulta que, según el magistrado de turno, el famoso actor-director es un ser “absorto en si mismo, insensible y en el que no se puede confiar” Me cuesta, creerlo, la verdad. ¿Cómo es que un hombre que hace reír y sentir puede ser un tipo falaz? En el caso de Allen, el espectador tiene muy difícil establecer una separación- que la judicatura pretende abismal-entre el artista y el hombre. Todas las obras importantes son, el fondo, autobiográficas. Y de ninguna de las cintas de Woody se desprenden la imagen de un asqueroso malvado que abusa de sus hijos adoptivos.
Si todo es como cuentan las crónicas, qué desastre. No nos va a quedar nada-en la tierra, digo-donde agarramos. Y mas alla de la tierra, ¿Quién sabe nada? Que servidor defienda, por menos intuición y necesidad, una mínima dosis de honestidad en Woody Allen, no supone culpar de nada a la que hoy es su oponente. Yo lo veo en farrow a una buena actriz y a una esplendida mujer. No llega a mito, pero casi.
Es lastima que ocurran estas cosas. A los individuos corrientes nos gusta que aquellos que otros que, por la calidad de sus obras, son excepcionales, lo sean igualmente por sus actuaciones, digamos domesticas. Si el de Dios de alla arriba permanece silencioso, y los diocesillos de aquí abajo no nos aprovechan de consuelo, ¿Qué vida es esta?