García Martinez
No quería tocar el tema, por si se me enfadaban los blancos. (Verá usted que domino el argot: los blancos). Pero la obligación del cronista es hacer crónica, como la del lechero es hacer leches. De modo y manera como decían los intelectuales de la Republica que tendremos que coger el toro por los cuernos.
Digo que los homenajes proliferan en épocas de crisis. Debe de ser porque la gente está más asustada, más acomplejada, más encogida. El homenaje, aunque sea inmerecido, levanta la moral. Nos hace pensar que somos algo o alguien, en un perro mundo donde con crisis o sin ella ninguno somos nadie. Los pueblos pequeños y las nacionalidades que se creen grandes festejan a los suyos mucho y bien. Sin embargo, cuando las cosas marchan viento en popa, el homenaje es un reconocimiento colectivo que no requiere liturgia. Tal es lo que le pasaba al Real Madrid de los buenos tiempos. Su calidad y fama eran tan palpables que el homenaje estaba en el ambiente. No era preciso sacar las banderas. Ahora, sin embargo, sólo por ganar la Copa, llegan y montan la marimorena del recibimiento masivo. Lo mismo que en Barcelona, igualico que en Zorrejo de la Sierra. Con lo que se demuestra que este Madrid ya no es mi Madrid.