García Martinez
GANE o no gane otra vez el Tour, Miguelón ya ha entrado en la historia grande. Porque hay dos clases de historia: la que he dicho y otra más pequeña. En esta última suele instalarse bastante gente. Pero se trata de personal temporero o eventual. Son individuos que están en el candelero tres, cinco, ocho años. Hasta que, finalmente, el olvido colectivo los barre como una hoja muerta. La fábrica principal de esta clase de famosos es la televisión. Y la mayoría de esas famas suelen ser flor de un día. ¡Oh, efímera gloria!, que dijo el otro.
Miguel Indurain, al que llaman cariñosamente Miguelón, está ya dentro de la historia grande. Todos los manuales repetirán su nombre durante largo tiempo, copiando siempre de la edición anterior. Tengo para mí que los gloriosos de la historia grande. Todos los manuales repetirán su nombre durante largo tiempo, copiando siempre de la edición anterior. Tengo para mí que los gloriosos de la historia grande están hechos de una pasta diferente a la de los famosos de la historia pequeña. Hay en aquellos como una ausencia de frivolidad. Hay, ya digo, un natural sereno y sin estridencias. No necesitan esforzarse en presumir de nada, aun cuando podrían hacerlo legítimamente. Ellos están ahí, sin salir a la pista del circo, tomándose por ejemplo unas alubias con chorizo. Y, sin necesidad de nada más, son admirados y queridos.
Servidor, no siendo aficionado a ultranza, todavía recuerda a Bernardo Ruiz, a Bahamontes… Nuestros nietos recordarán también a MiguelónIndurain. Las cosas son como son, y no hay tu tía.