García Martinez
ESTO del clarinete de Antonio parece que fuera la carabina de Ambrosio. Pero no es lo mismo. Ayer me enteré de que Antonio Gutiérrez, el secretario total de las Comisiones Obreras, toca el clarinete. Ahora ya sé por qué tiene la voz tan grave o impostada. Un chistoso malo diría que, por ser una voz de impostación, paga royaltis. Tontadas aparte, lo que importa es que no sólo el poder maneja algún instrumento, sino también la oposición. Porque, bien mirado, las Comisiones Obreras son oposición.
Andamos ahora a vueltas con la cosa de la concertación social, lo cual consiste en que los sindicatos ceden ante las visiones catastróficas que le dan los gobernantes y la clase empresarial. Es evidente que, como los garbanzos están contados y no hay más que los que hay, la así llamada parte social terminará bajándose los pantalones. Si nos fijamos, ya han empezado a desabrocharse los pantalones. Si nos fijamos, ya han empezado a desabrocharse la correa con lo tocante al despido masivo, o colectivo, o como quiera que le digan. Lo cual ocurre porque, hasta la fecha, lo único que tocaba algo era Serra. Y, claro, se llevaba a la gente detrás, tal como hacia el flautista famoso de Hamelin.
Pero ya tenemos a nuestro Antonio, que le da bien al clarinete. Con Serraal piano y Antonio al pito, si que podría alcance alguna clase de concertación que, por equitativa, no dejara a nadie en bragas. Tal es lo que las bases le suplican al niño Gutiérrez.