García Martínez – 2 agosto 1993
Si San Luis fuera el patrón de los futbolistas, deberíamos aceptar que esos cien mil que digo son, en realidad, los famosos cien mil locos de San Luis. Aludo a los hinchas del Real Madrid y del Barcelona que acudieron masivamente a la presentación de sus respectivos equipos. Hay que tener valor –casi cincuenta mil sudorosos en cada estadio-y estar una miaja locos. De otro modo no se entiende. O quizás sí.
Durante los pasados años de bonanza, el fervor por el espectáculo rey bajó algunos grados. La gente había puesto su atención en otros menesteres. Hoy, cuando hemos entrado en una larga temporada de vacas flacas, el ciudadano vuelve a sus orígenes. A los tiempos aquellos en que acudir al campo era una liberación de tantos cotidianos e insistentes problemas. ¿Cabe deducir que esta presencia masiva de aficionados para algo tan así como echar un ojo a los nuevos y oír un discurso que no se escucha es un regreso a lo anterior? Pues yo no lo sé, porque todavía tengo sin aprobar el máster de sociólogo. Pero algo de eso pudiera haber.
Pensemos en el calorazo que soportaban los fieles espectadores, en lo huero de los discursos de los presidentes, en lo poco que da de sí el trotecillo de los jugadores sobre el césped y comprenderemos entonces que nos encontramos, quieras que no, ante un fenómeno, ya no de la Naturaleza, pero sí del ser humano, tan complejo él.