García Martínez – 2 septiembre 1993
Regresas de la reglamentaria holganza y ¿qué te encuentras? El anuncio de que la Humanidad entra de nuevo entiempo de dinosaurios. Allá en un despacho de los relucientes rascacielos, alguien ha metido la mano en la bolsa de lo que nos espera. Y lo que aparece entre los dedos es un curioso animalejo de cuello largo y corpanchón tremendo. Queda, pues, establecido que por fin la gente se va a enterar de lo que es y sobre todo, de lo que vale un dinosaurio.
El tomate, como si dijéramos, comienza con la distribución mundial de una película -Parque Jurásico y tal- en la que bailan el ingenio de unos expertos y los pasmosos medios electrónico infográficos de los grandes expresos americanos. Y, acompañando a la proyección, un conjunto espectacular de variaciones sobre el mismo tema: dinosaurios de papel, de cartón, de plástico, de compact-disc, de mazapán. En todos los rincones del planeta, incluida la Guinea Ecuatorial, el nuevo dios será un bichejo cuellilargo que nos saldrá hasta en la sopa. Pues que la sopa llevará, en lugar de letras, dinosaurios pequeñitos con sabor a polvorienta memoria de reinventada prehistoria.
El cronista se pertrecha para hacer frente a esta maniobra, sin duda fascista, de la Trilateral Y se ha hecho construir un matadinosaurios, que es como un matamoscas, pero a lo bestia. Y cuellilargo que vea, cuellilargo que se carga.
Como además son medio tontos…