García Martínez – 7 septiembre 1993
Acaba de morir en Los Ángeles -cuentan que de suicidio natural- el doble de Felipe González. Doble y al mismo tiempo mitad, al tratarse del enano cuyo rostro se parecía al de Felipe como una gota de agua a otra. Me acuerdo ahora muy bien de Herve Villechaize, con su 1,16 metros de estatura y fumándose un puro casi más grande que él mismo. Así nos lo mostraba la tele hace algún tiempo.
La única diferencia notable era que Felipe, por lo que fuese, creció más. Y entre lo que creció por naturaleza y lo que se creció cuando logró el poder, pues, en fin, parecía mucho más alto que el enanito. No debían de irle las cosas muy bien a Villechaize, cuando se ha visto el pobre en la necesidad de quitarse de en medio. Aunque, si bien miramos, eso no quiere decir nada.
Tampoco le va nada boyante a Felipe, antes al contrario, y sin embargo ahí lo tienes sacando pecho. En esto de las decisiones transcendentales, ¿me entiende usted?, cada cual es muy suyo, por lo uno nunca sabe a qué atenerse.
Lo que me pregunto es si Felipe habrá sentido algo –por dentro, quiero decir-, justo en el instante de morir su simpatiquísimo sosia. Un repelús, un estremecimiento, ciertas náuseas, ganas incontenibles de ponerse a llorar. Pues la desaparición doble tendrá que afectar de algún modo al original. Y luego tenemos que, ahora, muerto Herve, el más parecido a Felipe no es otro que Aznar.