García Martínez – 12 septiembre 1993
Como le iba diciendo, coincido con quienes opinan que los españoles somos gente de mal humor. ¡Hombre! Hay excepciones, claro. Pero esas son justamente las que confirman la regla. Aquí lo que más nos gusta es que alguien se esfare, cuando va por la calle, y pegue con la cabeza en el adoquín.
Parece como si nos divirtiese más la desgracia que la gracia. Pero, vaya, tampoco es cosa de ponerse aquí a pontificar. A fin de cuentas uno no es juez de nadie, si no mero observador.
Paso, pues, a contar unas de esas excepciones que-digo, en las que hay humor, una chispa de ironía y hasta su miajita de mala uva, si usted quiere, pero sin llegar a molestar. Hace unas noches, en una terraza de restaurante, en recoleta plaza, se le cayó a una camarera un vaso al suelo. Provocó la rotura un cierto estruendo.
Y, en esto, uno que pasaba por allí le dijo al empleado: Se te ha caído una lentilla.
Lo soltó el hombre con toda naturalidad, tranquilo, como quien de verdad advierte a alguien de algo que le interesa, pero que le ha pasado desapercibido. No es que el chispazo humorístico que estoy narrando sea para llevarlo a un escenario, aunque a lo mejor sí. Lo que quiero significar es que hay, maneras y maneras de ver la realidad. Y que resulta grato que quien pueda y quiera le eche un poco de bicarbonato a la, con frecuencia, agria realidad. No lo decía yo por otra cosa, a ver si me entiende usted.