García Martínez – 19 septiembre 1993
Mucha gente ya dice que Corcuera no es mal ministro. Y algunos lo tienen por bueno. Cierto que se trata de un hombre hosco, con voz bovina y rostro de bombona,
Pero no se puede negar que, coincidiendo con su mandato, lo de ETA se ha esfurriado bastante. Tampoco es cuestión de echarle encara su historial eléctrico. Antes al contrario, sólo parabienes merece la promoción.
Y ahora viene la segunda parte, que no es menos interesante.
Le he oído decir por la radio al señor ministro algo muy parecido a lo que sigue: “Si por la circunstancia que fuere, Alfonso Guerra tomase la decisión de dejar su puesto en la ejecutiva, yo sería el primero en… ” Aquí empieza a entrarle el morbo al oyente, pues supone que acabará la frase diciendo” … seguir su ejemplo, dimitiendo de mi cargo en el Gobierno”. ¡Muy bien, don Corcuera! -piensa uno. Así me gustan a mí los políticos: solidarios y valientes. Pero escuchas atentamente, ¿y qué es lo que oyes? Esto: “… yo sería el primero en tratar de disuadirlo para que siguiera como vicesecretario general del partido”. Nuestro gozo en un pozo.
Hay quien se pregunta en qué acabará el actual cirio socialista. Los barones renovadores le dieron ayer plantón a Guerra. Lo veo una tontería. ¿No es mejor para ellos el pájaro en mano de rejuntarse y compartir poder, que la remota posibilidad del triunfo absoluto? Cebada todavía la hay para todos.