García Martínez – 29 septiembre 1993
El señor Baladé, como dicen los presentadores de los telediarios, o Balladur como decimos los ignorantes, primer ministro de la Francia, acaba de estar en la España viene aureolando, en plan casi mito, pies que trae fama de hombre eficaz. Mejor aún: providencial. Algunos comentaristas de más acá de los Pirineos comulgan muy mucho con las medidas económicas que ha tomado el buen hombre. Y preconizan que se adopten en nuestro país, según lo acostumbrado.
Pero el cronista ha leído también a otros expertos para quienes la política de Baladé (Balladur) es un fracaso. Lo cual no impide que el señor Baladé (Balladur) sea un dios entre sus paisanos. Perteneciendo como pertenecen a las derechas, el señor Mitterrand, socialista, hace de él tremendos elogios. Y ello a pesar de que, por lo que cuentan, podría desbancarlo de la presidencia. Los franceses están, a pesar de todo, loquitos con su primer ministro.
Los buenos políticos no reciben su pagapor hacer las cosas bien. Los buenos políticos son así llamados porque, aun cuando no resuelvan nada, gozan de la admiración más encendida y de los cariños mejores de su pueblo. La verdad verdadera es que, en este mundo traidor, poco es lo que puede ‘hacer el humano. Pero eso no impide que, por necesidad psicológica, los hombres glorifiquen a unos pocos como hacedores. Entre los que figura Baladé (Balladur).
Y probablemente Felipe González.