García Martínez – 14 octubre 1993
Varios científicos- así dice la prensa- niegan que el tabaco sea peligroso para la salud. Servidor dejo de fumar a las cero horas del 18 de agosto de 1993. Ahora mismo, mientras escribo, sostengo entre sus dientes una boquilla de la que aspiro aroma de mentira. También chupo juanolas. Vaya un porvenir.
Ya imaginaria el lector con que interés recibí, en mi calidad de empedernido , la nueva tan buena de que el tabaco no es cosa mala. O, al menos, que no hay pruebas de que lo sea. La boquilla mentolada que llevaba puesta, mas cinco de reserva que guardaba en el cajón, fueron a parar al cesto de los papeles. Cogí el portante y volé hacia la maquina del tabaco. Y no crean que me conforme con un paquete de BN (Bajo en nicotina, usted ya me entiende), sino que pulse el botón del habana. Mire usted: ¡que razón tenia la filosofía de los muslos gordos, cuando cantaba que fumar es un placer…..!Marchaba el humo camino de los pulmones, no sin antes acariciar la garganta, quiero decir raspándola agradablemente, pues que de ese tener es la divina sensación .
Coloqué mientras fumaban las piernas encima de la mesa, como cuentan que hacen los periodistas americanos. Y me dispuse, para mi gozo, a releer la noticia.
¡Dios del cielo! Resulta que tales conclusiones científicas proceden de un seminario organizado (y abonado) por varias fabricas de tabaco de África del sur. ¡Apaga – el cigarro lo primero- y vámonos